Los años que precedieron a la guerra civil de 1948 estuvieron marcados por la crispación y la violencia política. Una vez desatado el conflicto, aquí se mataron entre conocidos, entre vecinos; incluso entre familiares.
Fue muy doloroso, pero así como ha habido personas que tras mucho sufrimiento han renacido de su dolor, la sociedad costarricense pudo levantarse y construir una institucionalidad democrática inclusiva, que le ha brindado 75 años de una estabilidad política excepcional en la región. Instituciones que no son edificios ni quienes transitoriamente trabajamos en ellos, sino acuerdos sociales, consensos sobre valores preciados y la mejor forma de hacerlos realidad y preservarlos.
Eso es, en el fondo, el TSE como institución: un acuerdo social para garantizar que en este país la totalidad contemos, disfrutemos de plenos derechos políticos, podamos expresarnos con libertad en las urnas, se respete nuestra voluntad electoral y que los principios cívicos y democráticos de convivencia continúen arraigando en las nuevas generaciones.
Es maravilloso que nuestros abuelos hayan logrado ponerse de acuerdo para diseñar algo así y que haya funcionado tan bien, evitándole a nuestro pueblo el sufrimiento y retraso que la violencia política suele infligir a las sociedades que los padecen.
Construcción costarricense
Por eso pienso que el TSE encarna lo mejor de lo que hemos sido y quisiéramos seguir siendo los costarricenses. Demuestra de lo que somos capaces. Por eso no estamos celebrando el 75 aniversario de “nuestra institución”, de las 1.600 personas que trabajamos ahí, sino los 75 años de esta construcción costarricense, de esta decisión histórica, permanentemente renovada de nuestro pueblo, de zanjar sus diferencias políticas civilizadamente y de reconocernos unos a otros como una ciudadanía con derecho a participar en la vida política de la comunidad.
Soy consciente de que el país atraviesa grandes dificultades. Hay datos objetivos en asuntos sensibles, como la desigualdad, la inseguridad ciudadana y la criminalidad, o la calidad de los servicios públicos, que se han deteriorado. Reconocido eso, en el TSE estamos convencidos de que, si preservamos nuestra democracia, estamos en condiciones de superar en conjunto cualquier adversidad, porque ya lo hemos hecho en el pasado, porque esta es una tierra labrada con mucho esfuerzo y amor por nuestros ancestros, y porque nuestra niñez merece heredar un lugar en el mundo donde sean felices en paz y libertad.
Nuestro país ya ha atravesado por situaciones complejas en el pasado, quizá, la mayor de todas, el proyecto filibustero que amenazaba nuestra propia existencia como Estado. Y en todas las circunstancias, por difíciles que fueran y a pesar de los exiguos que fueran nuestros recursos para enfrentarlas, los costarricenses supimos plantar cara a la adversidad y salir adelante.
Este pueblo siempre fue pacífico, pero a la vez valiente, con la valentía que se requiere para empujar una carreta de café por Cambronero, para aprobar en los años cuarenta del siglo pasado garantías sociales más propias de Bruselas que de América Central o para hacer algo tan insólito como eliminar el ejército y apostar por la institucionalidad y el derecho internacional en lo peor de la Guerra Fría.
El TSE es, por eso, aparte de un acuerdo entre nosotros y nosotras, memoria colectiva del más noble y osado compromiso de nuestra nacionalidad, el de convivir vertebrados por un andamiaje constitucional a la altura de los tiempos, bajo ese sistema político llamado democracia liberal, que es la más sofisticada conquista del espíritu humano tras milenios de ensayar formas, casi siempre cruentas, de organizar y ejercer el poder en la comunidad.
Organismos electorales independientes
Eso sí que es innegociable. Independientemente del derrotero político que decida seguir la sociedad costarricense en este siglo, hemos de preservar el sufragio libre, para el cual es fundamental un robusto régimen de libertades y, al menos en nuestro eje histórico y geográfico, la autonomía de la función electoral. La historia de América Latina demuestra que la democracia es más que los organismos electorales, pero esta no habría llegado a nuestra región ni tendrá futuro sin organismos electorales independientes.
Ni la democracia ni los derechos humanos son fruto de una evolución necesaria de la historia y, por ende, tampoco están escritos en piedra. Son una recientísima excepcionalidad en la historia de la humanidad y nada impide, en principio, que acaben siendo solo un breve capítulo dejado atrás tras una deriva totalitaria.
Por eso sería insensato menospreciar las instituciones de la democracia procedimental aun en el altar de los más sublimes ideales políticos. Una lección que, con mucho sufrimiento, aprendieron tantos hermanos latinoamericanos. Aquel sistema procedimental, modesto en sus aspiraciones comparado con los grandes sueños de transformación social, pudo ser apreciado solo cuando se perdió. Solo cuando se impuso la bota militar, líderes de todo el arco ideológico de países como Uruguay y Chile comprendieron que los valores del republicanismo sí importaban después de todo; que las elecciones realmente competitivas sí importaban después de todo.
Con la creación del TSE se garantizó que los costarricenses pudiéramos asociarnos para impulsar nuestras reivindicaciones políticas y, en el caso de contar con el respaldo popular, acceder a puestos de representación política. Desde entonces, nuestros gobernantes habrán acertado o se habrán equivocado, algunos lo habrán hecho mejor o peor que otros, pero todos, absolutamente todos, sin una sola excepción, han sido libremente elegidos en las urnas por el pueblo de Costa Rica y han cesado su mandato al cabo del período establecido.
Confianza ciudadana
Este Tribunal ha sido, durante 75 años ininterrumpidos, el garante eficaz de la libertad política de los costarricenses, y la prueba inobjetable de ello es que desde 1953 hasta la fecha 7 partidos o coaliciones distintas han ganado la presidencia de la República y 38 partidos o coaliciones distintas han alcanzado escaños en la Asamblea Legislativa.
Ese ha sido nuestro trabajo a lo largo de 75 años, y es lo que nos exige Costa Rica para el futuro: garantizar las condiciones para que los costarricenses podamos seguir definiendo libremente el rumbo del país en un marco de respeto a la pluralidad natural de nuestro pueblo.
El país sitúa a su TSE como institución líder en confianza ciudadana. Ese es el más hermoso reconocimiento de la labor cumplida respecto de quienes, con convicción democrática, resguardamos la voluntad expresada en sufragios y aseguramos la autoridad superior del pueblo frente al transitorio poder de los gobiernos.
Por ello, en la primera línea de la defensa de esa libertad, pueden contar con nosotros, con este TSE, que es de ustedes. Nos comprometemos a seguir garantizando que podamos —como pueblo— seguir siendo orfebres de nuestro propio destino.
Nos comprometemos a seguir encarnando las más nobles aspiraciones del ser costarricense: vivir en paz y libertad, abiertos al mundo y solidarios los unos con los otros, respetando nuestras diferencias y celebrando la bendición de tener este pedacito de tierra para labrar formas de convivencia a la altura de nuestra dignidad.
La autora es presidenta del TSE.