El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), que a veces ha confundido la prudencia con el letargo, cambió de chip y presentó a la Asamblea Legislativa cuatro necesarias propuestas de reforma electoral. Bienvenidas. Su gran virtud es que, sin agotar los retos pendientes en la materia, ni presentarse como soluciones últimas, abordan tres temas de particular importancia. Dos de los proyectos se refieren al financiamiento estatal de los partidos; los otros, a los requisitos para su inscripción y permanencia, y a la regulación de la propaganda en el nuevo ecosistema mediático.
Más allá de lo sustantivo, la iniciativa podrá activar un centro de gravedad alrededor del cual se aglutine, sistematice y ordene la discusión sobre casi 40 otros proyectos electorales —dispersos algunos, redundantes otros— que engrosan la agenda legislativa.
El TSE plantea fijar en la Constitución algo ya decidido en leyes: reducir del 0,19 al 0,11 el porcentaje de la contribución estatal a los partidos. Introduce disposiciones destinadas a que haya mayor equidad sobre su distribución, menor necesidad de acudir a préstamos de terceros y límites a manejos internos caprichosos o dolosos. Los cambios sobre su inscripción y desinscripción se orientan, esencialmente, a fortalecer su estabilidad y permanencia, y a asegurar que tengan “un arraigo popular mínimo”.
El mayor desafío de las reformas es adaptar la regulación de la propaganda a las posibilidades y capacidad de manipulación y desinformación de las redes sociales. Lo bueno es que sus propuestas no afectarían la libertad de expresión; además, aunque muchas de ellas lleguen a resultar poco eficaces, otras sí lo serán, y todas abren el camino para una gran discusión postergada.
Dada la trascendencia de los temas propuestos, las otras iniciativas de reforma electoral existentes en agenda y la necesidad de abordarlas con sentido de unidad y coherencia, sería ideal una comisión especial legislativa para su estudio. De lo contrario, aumentarán las posibilidades de lentitud, desconexión y hasta contradicciones.
Estamos hablando de aspectos esenciales para atender serias falencias crónicas de nuestra normativa electoral. El TSE, al fin, ha tomado la iniciativa. Su seriedad obliga al trato expedido y serio. La Asamblea debería actuar en consecuencia.
Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).
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