Las trágicas inundaciones valencianas dieron pie a una riada de informaciones falsas transmitidas por las redes sociales. Azuzaron el pánico, confundieron a la población y entorpecieron los esfuerzos de salvamento y evacuación. Ni siquiera se libró el número 112, dedicado a la atención de emergencias. Según los mensajes, dejó de funcionar y los encargados activaron otro número. La mentira puso en duda el principal canal de comunicación con las autoridades justo cuando cobraba una importancia sin precedentes.
También circularon noticias de nuevas correntadas y falsas órdenes de evacuación. Los bomberos denunciaron la creación de “problemas de orden público" y notables interrupciones de las labores de asistencia. El gobierno local desmintió supuestas órdenes de evacuación y la ruptura de varias presas.
La política pronto se hizo presente. Grupos de extrema derecha atribuyeron la tragedia a la demolición de presas y embalses para complacer a los ecologistas, pero las inundaciones fueron producto de la crecida de los ríos por efecto de una depresión aislada en niveles altos (dana), fenómeno climático que en pocas horas descargó, en las zonas más afectadas, el equivalente a un año de lluvia.
De este lado del Atlántico, la desinformación tuvo los mismos efectos cuando el huracán Helene azotó Estados Unidos. La diputada Marjorie Taylor Green acusó al gobierno de controlar el clima, y a partir de ese sinsentido surgieron teorías de la conspiración sobre oscuros propósitos de entorpecer el proceso electoral y siniestros planes de aprovechar la destrucción para despejar terrenos y dedicarlos a la minería de litio.
También se habló de desviación de fondos de asistencia para invertirlos en albergues de migrantes ilegales y la supuesta oposición del gobierno demócrata a ayudar a regiones con mayoría republicana, pese a los reconocimientos de varios gobernadores de ese partido al esfuerzo de la Casa Blanca.
La agencia federal de manejo de emergencias ha sido el blanco predilecto de la desinformación. Acusada de robar donaciones, desviar fondos hacia Ucrania y rechazar ayuda de terceros, la institución llegó a temer por su personal y las medidas tomadas para protegerlo entorpecen las labores de asistencia.
Costa Rica no es ajena al fenómeno de la mentira en las redes sociales durante las emergencias, aunque, hasta ahora, los efectos no han sido graves. Pero la emergencia más permanente, aquí y allá, es la falta de educación digital y el peligro no es solo para la atención de desastres.
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