¿Cuándo perdimos el sano balance fiscal de la Constitución original? Antes había equilibrio económico bajo el concepto de unidad del Estado, pero, cuando se desmembró, los entes autónomos y otros poderes aprovecharon su independencia para servirse con cuchara grande. La ruptura se fraguó lentamente, conforme leyes e interpretaciones fueron fracturando normas básicas en aras de un clientelismo político voraz e insostenible, hasta socavar las bases del último bastión.
Cuando la Corte Suprema de Justicia se cayó del pedestal por defender intereses gremiales, se jodió el país; cuando se aprobaron destinos específicos, se jodió el país; cuando diputados reacios a la reforma fiscal someten a la Sala IV una sesgada “consulta”, se jode el país; cuando cooperativas, sindicatos, patronos y trabajadores… se jode el país. Costa Rica jodida, Carlitos jodido, todos jodidos. A mi juicio, limitar pluses y beneficios en nada afecta la competitividad ni contraviene la independencia del Poder Judicial. Imponer una paga racional, en vez de “lujuriosa”, no incide en las resultas de un juicio civil, penal o laboral.
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¿Cómo resolverá la Sala IV? Para rescatar la cordura, debemos reformar la Constitución. Empezar por el artículo 176 (Hacienda Pública) para evitar alcahueterías del concepto de “ingresos probables” (deuda)”; derogar el último párrafo del artículo 167 para que la Asamblea pueda apartarse del criterio de la Corte por simple mayoría; incluir, hoy más que nunca, la regla fiscal en la Constitución para evitar que la Dirección Jurídica de la Corte la considere “una intromisión en el autogobierno sobre los salarios del Poder Judicial”; limitar la excesiva autonomía de las instituciones (artículos del 188 al 190) y remover de ella a los bancos públicos para privatizarlos; modificar el artículo 158 para evitar la reelección automática de magistrados; y eliminar del 78 el porcentaje obligatorio para la educación, excusa para aumentar salarios y no la calidad educativa. Solo así habrá sosiego fiscal.
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