Si la encuesta de Naciones Unidas sobre la felicidad en el mundo se hubiera realizado al día siguiente del triunfo de la Selección Nacional de Fútbol ante Estados Unidos, la semana pasada, el resultado habría superado de seguro el obtenido.
Un éxito nacional abarcador puede hacer variar una escuesta, más si se trata de un deporte favorito, y posiblemente una derrota logre un efecto contrario. Idéntico razonamiento cabe en cuanto a las medidas adoptadas por el Gobierno o en cuanto a varias de ellas. Entonces, no hay que fiarse. La objetividad suele hacernos raras jugadas, según nos vaya en el juego de la vida.
Según la información de ayer de este periódico, Costa Rica conserva su “nivel de felicidad”. Repite el puesto 12 de los países más felices en el mundo y ostenta el primer puesto en América Latina. Sin embargo, hay un “pero” preocupante en una materia capital: la salud mental. Este es el factor clave, en el que Costa Rica debe mejorar para que haya coherencia con los puntos más relevantes de la encuesta.
El país que encabeza la lista de felicidad es Dinamarca, seguida de Noruega, Suiza, Países Bajos y Suecia, con un puntaje promedio de 7,6 en una escala de 0 al 10. Costa Rica tiene 7,2. La felicidad se vincula con la buena salud fìsica y mental, la estabilidad laboral y el bienestar familiar. Por su parte, la libertad política, la independencia para tomar decisiones y la ausencia de corrupción se tornan más importantes que la riqueza al analizar el bienestar de una nación. Si esto es así, como lo indica este estudio, resulta difícil entender el dato referente a Venezuela: el segundo país latinoamericano más feliz.
En cuanto a Costa Rica, si la salud mental es el factor clave, nos quedamos a oscuras, pues carecemos de un estudio epidemiológico que sirva de insumo “para conocer cómo anda la mente del costarricense”. Además, según una encuesta de Unimer, si bien el 86% de la gente se declara satisfecho con su vida, los datos se invierten cuando se les consulta si alguna vez han estado malhumorados o agotados. Esta conclusión no es correcta: no hay relación entre la depresión, “alguna vez”, y el estado de felicidad.
Y si seis de cada diez costarricenses se han sentido deprimidos “alguna vez” y si ocho de cada diez han estado estresados y el 20% de los 1.200 consultados “ha contemplado la posibilidad de suicidarse”, estos datos poco dicen globalmente. Se requiere ahondar más en ellos para extraer conclusiones más objetivas, a sabiendas de que la felicidad es un misterio. ¿Somos, pues, los costarricenses las personas más felices? O ¿es el sufrimiento una forma de felicidad?