La semana pasada el gobierno integró dos comisiones de notables: una para ver la reforma del Estado y otra para la reforma administrativa del sector público. La primera hará propuestas de cambios a la estructura estatal; la segunda se centrará en la mejora de la eficacia del sector público.
Casi de inmediato llovieron críticas de todo tipo. Unos no quedaron convencidos por las personas convocadas: faltaba o sobraba gente. Otros expresaron su escepticismo por el mecanismo en sí de las comisiones de notables, al que acusan de ineficaz. También hubo quienes, de partida, descalificaron la acción gubernamental como un gesto cosmético para encubrir la renuncia a actuar.
Son juicios apresurados. Hay que dar oportunidad a esos grupos de trabajo antes de dictar sentencia. Sé que en el pasado las comisiones de notables han sido ineficaces. Hace pocos años, el Informe Estado de la Nación identificó la constitución de 27 iniciativas de este tipo en el período 1988-2013 (XIX Informe, p. 240-241) cuyas recomendaciones fueron rechazadas o simplemente ignoradas.
El pasado, sin embargo, no predice el futuro. Por ello, esta decepcionante trayectoria no condena al fracaso este nuevo esfuerzo, aunque es un antecedente que los nuevos notables deben considerar: la historia se repetirá si no tienen una clara apreciación de sus causas.
Muchas iniciativas naufragaron por falta de claridad sobre la tarea asignada: se propuso refundar el Estado y salieron con decenas de propuestas de todo sabor y color. En otras palabras: lo mismo que nada. Una primera tarea es definir, con realismo, unos pocos asuntos indispensables y centrarse en ellos. El que mucho abarca, poco aprieta.
También naufragaron porque el gobierno las dejó a la deriva: no les dio apoyo en el proceso (más allá del café y las galletas durante las reuniones) y no tenía un plan acerca de qué hacer con las conclusiones. Apoyo político y estrategia son claves. Además, se encerraron entre cuatro paredes sin abrirse a la participación social ni recibir buen apoyo técnico.
Una última palabra: veo campañas contra la designación del exvicepresidente Kevin Casas en una de las comisiones. No las comparto. Don Kevin asumió oportunamente la responsabilidad política por sus actuaciones en el referendo del TLC. El ostracismo político de por vida no aplica aquí y, en lo personal, celebro que se le haya convocado.
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