Escucho a una directora de Chilecompra, la plataforma unificada de compras públicas en ese país sureño, y siento una mezcla de vergüenza y admiración.
Desde hace años, toda compra llevada a cabo por alguna institución del Estado chileno se hace por medio de esa plataforma digital, plenamente accesible para todo interesado. Y no solo eso: tienen un registro de contratistas donde uno puede ver quiénes ganan los contratos públicos y su desempeño histórico, así como “buscadores” para facilitar a la navegación por ese portal.
Chilecompra no solo permite hacer más eficiente la peliaguda función de la contratación pública; es una política pública para ampliar el mercado de contratistas, generando oportunidades empresariales. Es, además, una poderosa herramienta de transparencia, anticorrupción, de petición y rendición de cuentas y de promoción de la participación ciudadana en los asuntos públicos.
Cuando las cosas están a plena luz del día, es difícil hacer chorizos, cobrarle al Estado precios prohibitivos o “pelarse el nance” en un contrato público y luego concursar en otra licitación como si nada, el pan nuestro de todos los días en Tiquicia.
Insisto en eso: Chilecompra no es un portal arcano, difícil de navegar para cualquiera excepto para los entendidos. Es un sitio amigable, pensado para la ciudadanía y las pymes, en donde lo que uno necesita saber de los procesos de contratación pública está a un par de clics de distancia.
Imagine lo que pasaría con los proveedores de implementos médicos y medicinas que le venden a la Caja o al Instituto Nacional de Seguros a precios cartelizados de compadre hablado, si dispusiéramos de algo similar a Chilecompra. No se requerirían sesudas investigaciones periodísticas ni intervenciones drásticas en los departamentos de compra para detectar movidas raras.
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En Costa Rica, andamos palanganeando con la digitalización de las compras públicas desde hace casi una década y ha sido imposible tener una plataforma única, pese a que una ley lo manda. Resistencias de los burócratas de los departamentos de compra, guerra soterrada por parte de proveedores, desinterés de Hacienda y debilidad del gobierno anterior, han hecho imposible lo que en otro país funciona con normalidad.
Naturalmente, sobran las excusas. ¿La mayor ironía? Que una de las directoras de Chilecompra es tica. No es la genética la que nos friega: son los alagartados.
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