Abro el periódico y leo: “300 personas con pensiones de más de ¢5 millones y una con pensión de ¢16 millones”. Lo cierro. Mi primer impulso, de cólera, es rápidamente sobrepasado por la envidia. Yo también quiero una pensión de ¢16 millones mensuales como la de ese señor. Es más, no me conformo ni con la de ¢10 millones o ¢12 millones. Perdería mucha plata, imagínense: entre ¢4 millones y ¢6 millones menos por mes. Quiero la de ¢16 millones y punto. Si él puede, yo también. O ¿no es tico, con cédula como yo?
Con una pensión así, en dos toques me compongo. Vean si no. Con ¢5 millones por mes viviría pura vida: lujillos y vacaciones (uno, pensionado, no tiene mucho que hacer). Si además pago ¢6 millones en impuestos (un platal, pero ni modo), me quedarían libres ¢5 “melones” de ahorro cada mes. O sea, ¢60 millones al año. Como los intereses están bajos, esa plata mejor la invertiría en bienes raíces. Si cada año compro un condominio y lo alquilo –digamos a $1.000 por mes–, en tres años tengo tres condominios y $3.000 mensuales adicionales. Y así sigo. Si en 15 años nada me pasa, amaso una buena fortuna. ¡Uy, qué rico!
Capitalismo pensionista. Volverse rico al final de la vida. Nada de trabajar para ganar, sino de ganar sin trabajar. Suena feo, es cierto, pero hay algo que tranquilizaría mi conciencia: nunca habría roto la ley. Nunca. Soy una persona legal y contra la corrupción. Jamás robar un cinco. Y no de ahora, de siempre. Solo querría lo que la ley permite. No es culpa mía, si la ley permite una pensión de ¢16 millones, ¢20 millones o ¢30 millones. Es mi derecho. ¿Que la ley no es justa? ¿Que es inmoral? Quizá, pero ese es otro cuento. Repito: no es culpa mía. Yo sigo las reglas. ¿Que tal vez pude no reclamar esos ¢16 millones y contentarme con una pensión menor, digamos de “solo” ¢8 millones? ¡Diay!, quizá, pero, si no lo hago yo, lo hace otro. ¿Por qué dejar que otro se beneficie?
Si alguien osara tocar mi derecho adquirido, metería pleito. Recurso de amparo y, luego, demanda civil. Más plata. Lo siento, pero un derecho es un derecho. Lo del déficit fiscal es cierto, pero no lo inventé yo. ¿Que se joderá el sistema de pensiones? Que lo arreglen otros. Cuando se joda, yo estaré bajo tierra. ¿Que con mi pensión pudieran darse como 200 pensiones no contributivas a gente pobre? Cierto. Y la mía sería, claro está, otra pensión no contributiva más. Pero a mí la ley me ampararía, y este es un país de leyes. Si me dieran la pensión de ¢16 millones, la ley es lo que me permitiría caminar por la calle con la frente en alto. Si Costa Rica le ganó a Italia en fútbol, un imposible, ¿por qué no pulsear la pensión de los ¢16 millones? Al rato la pego. ¡Sí, sí, sí se puede!