A sus 14 años, Serena Fleites no había tenido novio. Estudiante ejemplar, sus notas eran insuperables. Un mal día se sintió atraída por un compañero apenas mayor. Él le pidió hacer un video desnuda y luego otros. La niñez terminó de golpe cuando las filmaciones comenzaron a saltar de teléfono en teléfono y, finalmente, aparecieron en Pornhub, una empresa digital establecida en Canadá y dedicada a la pornografía.
Su madre exigió a Pornhub retirar los videos y la cambió de escuela, pero los rumores la persiguieron y pronto reaparecieron las filmaciones en el mismo sitio de Internet. La empresa permite a terceros subir sus videos y no se esfuerza demasiado por impedir la exhibición de pornografía infantil y violaciones.
A los 19 años, Serena tiene a cuestas dos intentos de suicidio, muy próximos al éxito, y conoce la adicción a la metanfetamina y los opioides. Abandonó la escuela y, más tarde, la casa. Terminó viviendo en su auto, con tres perros. Cuando cumplió 16, comenzó a vender sus propias fotos desnuda, después de todo, uno de sus videos infantiles había tenido 400.000 reproducciones.
La desgarradora historia y otras más se la debemos a la investigación de Nicholas Kristof, columnista del New York Times. Ojalá sus hallazgos se difundan tantas veces como los videos que canalizan torrentes de dinero hacia la cuenta de Pornhub. El sitio recibe 3.500 millones de visitas al mes. Supera a Netflix, Yahoo o Amazon y vende 3.000 millones de clics diarios a sus anunciantes.
Las denuncias de Kristof dieron una nueva oportunidad a Serena. Personas de buen corazón le proporcionaron vivienda y pagarán sus estudios de técnica veterinaria, pero el daño está hecho y miles de niñas —y niños— enfrentan la misma tragedia. «La vida entera puede cambiar por un pequeño error», reflexiona la joven víctima.
Su victimario fue suspendido por el colegio y no se sabe más de él. Pornhub disfruta de su lugar de privilegio en el ciberespacio. Un análisis atribuido por Kristof a una empresa de mercadeo digital lo ubica en tercer lugar entre las firmas digitales de mayor impacto en la sociedad del siglo XXI, detrás de Facebook y Google.
Serena y las demás jóvenes entrevistadas por Kristof decidieron relatar sus experiencias para evitar a otras un sufrimiento semejante. Son auténticas heroínas y ejemplos de supervivencia en el medio más hostil imaginable. Sus breves biografías son una vergüenza para la especie, pero ellas constituyen una inspiración.
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