Caminaba por ahí con mucho cuidado, porque la escoliosis me está matando; ya se sabe: hombros desiguales, un lado de la cintura más alto que el otro, la caja torácica hacia fuera y un dolor de mil demonios.
Una señora alta y desgarbada, a un lado del camino, me dijo: “Qué lindo camina usted". Yo le respondí agriamente: “Muchas gracias. ¡Imíteme!“.
Como caminante, soy como el personaje de César Aira que padecía de una especie de sonambulismo y recuperaba la conciencia de sí mismo en callecitas extrañas que conocía bien porque todas eran iguales. Lo mismo que el personaje, soy un caminador a medias atento, a medias distraído, a medias ausente, a medias presente: es la manera de soportar el peso de la marcha y llegar a la meta.
Mi nieta, que se ha inclinado por la Medicina, aunque no hay precedentes de semejante cosa en la familia, me dijo que no le gusta la ortopedia. Desde que me comenzó la escoliosis, he tratado de que recapacite: necesito una ortopedista a tiempo completo, y por lo visto mi problema durará tanto que cuando ella alcance la especialidad todavía será muy útil contar con una de su especie.
El hecho es que comprendo a quienes caminan en solitario, como yo, aunque se expongan más que los demás a la burla o el menosprecio ajeno. Siempre tengo a mano el cuento de Luis Buñuel sobre un diario español que en los días de la guerra civil profesaba la causa republicana e informaba que un cura que caminaba por una calle de Madrid topó con un grupo de obreros que iban en dirección contraria y por la acera opuesta: “Ante semejante provocación…”, terminaba el diario, a modo de justificación de la paliza que le dieron.
Entre nosotros, la guerra civil es por ahora la que se libra entre los conductores que no se afanan por llegar a su destino, sino por demostrar quién manda en la carretera: una víctima colateral son los caminantes solitarios, que contrariamente a los que lo hacen en colectivo son causa privilegiada de su rencor.
Hablando de guerra, lo dicho me excusa de comentar un asunto que tiene notoriedad pública: si los derechos fundamentales no se ofenden a causa de la suspensión del salario de funcionarios impedidos de ejercer sus cargos a consecuencia de una medida cautelar penal.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.