“España es diferente” es una frase muy usada como sustituto de un análisis detallado de lo que sucede en el país. Pero es verdad que fue diferente en su pacífica transición a la democracia tras el final de la dictadura de Francisco Franco (la que acuñó el eslogan) y la modernización general posterior. También fue diferente por no tener un partido de ultraderecha con aspiraciones de poder político, una condición que parecía estar perdiendo, pero que ha conseguido recuperar.
Mientras muchos países europeos (entre ellos Austria, Francia, Alemania y la mayor parte de Escandinavia) llevan tiempo luchando para poner límites a sus respectivos partidos protofascistas, el centroderechista Partido Popular (PP) español consiguió integrar los restos de las fuerzas franquistas y así diluir su influencia. Esto cambió en el 2014, cuando Santiago Abascal fundó el partido Vox, cuya agenda neofranquista pronto logró un considerable apoyo: cinco años después, Vox obtuvo 52 escaños en el Parlamento de España.
Hace unos días, parecía que Vox estaba a punto de alcanzar otro hito: el de convertirse en el primer partido de ultraderecha que integraba un gobierno español desde el final del régimen de Franco. Las encuestas hacían pensar que en la elección anticipada del pasado domingo los votantes iban a rechazar la conflictiva coalición de izquierda del presidente de gobierno, Pedro Sánchez, para favorecer al PP (principal partido de oposición conservador de España), que sin duda iba a necesitar del apoyo de Vox para formar gobierno.
Pero el PP obtuvo menos escaños de los esperados, quedo con un total de 136, y Vox perdió 19. Sumados, los dos partidos no consiguieron los 176 escaños necesarios para formar mayoría, y el PP no tiene fuera de Vox aliados naturales para incorporar a una posible coalición.
Es verdad que el Partido Socialista Obrero Español de Sánchez (PSOE) y su socio de coalición Sumar tampoco alcanzaron los votos necesarios: la alianza de gobierno actual, que también incluye a Podemos, ahora solo tiene 153 escaños, lo que deja a España con un Parlamento sin mayoría. Pero es muy posible que el PSOE consiga recuperar el poder con el apoyo de los partidos nacionalistas regionales del País Vasco y Cataluña. Es decir que a diferencia del PP, el PSOE tiene alternativas.
Desempeño económico
¿Cómo consiguió Sánchez arañar otra oportunidad de dirigir España? Para empezar, su historial en materia económica es relativamente bueno. A pesar de sus generosas políticas sociales, el gobierno saliente consiguió domesticar la inflación, reducir altos niveles endémicos de desempleo y estimular un crecimiento sostenido.
El PIB creció un 5,5 % en el 2021 y en el 2022, con lo que España es una de las economías de la eurozona con mejor desempeño. Aunque se prevé que este año crezca menos (sobre todo, por los efectos de la guerra en Ucrania), España aún parece encaminada a superar a la mayoría de sus pares europeos: el Banco de España pronostica un 2,3 % de crecimiento.
Por supuesto que la situación económica de España no es toda color de rosa. El desempleo se mantiene en el 12,7 % (una de las tasas más altas de la Unión Europea), aunque es probable que la cifra real sea menor, ya que puede que muchos trabajadores se estén ganando la vida en la economía informal. Además, como en el resto de Europa, los altos tipos de interés generan presión sobre los compradores de casas y los dueños con hipotecas.
Fortaleza relativa frente a sus adversarios
La segunda razón de la fortaleza relativa de Sánchez frente a sus adversarios es más fundamental. La elección anticipada se enmarcó como una especie de Kulturkampf, una guerra de valores entre el conservadurismo católico y el laicismo progresista.
La derecha hizo campaña acusando a Sánchez de atacar tradiciones y valores que les importan mucho, por ejemplo, al ampliar el derecho al aborto, introducir leyes progresistas en favor de los derechos transgénero y aprobar una ley de “solo sí es sí” referida al consentimiento sexual (Vox incluso niega la existencia de la violencia de género).
Además, la derecha criticó los intentos de Sánchez de eliminar cualquier remanente del legado franquista en España. El gobierno de Sánchez ordenó el traslado de los restos de Franco desde el mausoleo del Valle de los Caídos hasta un sitio más modesto, y aprobó una ley de “justicia, reparación y dignidad” para las víctimas de Franco.
Los partidarios de Sánchez, por su parte, advirtieron de que una coalición entre el PP y Vox iba a retrotraer a España a una nueva era de oscuridad y división similar al período 1936‑39, durante el cual el país se desgarró en una guerra civil provocada por el separatismo catalán y vasco. No es casual que el partido que se relacionó mejor con las fuerzas separatistas sea el que ahora tiene más chance de gobernar.
De hecho, Sánchez se esforzó en restaurar la relación del gobierno central con los separatistas de Cataluña, muy dañada mientras gobernó el PP entre el 2011 y el 2018. Para ello, indultó a líderes independentistas catalanes encarcelados por llevar adelante en el 2014 un plebiscito ilegal de independencia y rebajó el delito de secesión del que se los acusaba.
Sánchez también cooperó con partidos separatistas catalanes y vascos para aprobar reformas clave. Incluso enfureció a los conservadores haciendo acuerdos con Bildu, cuyo líder Arnaldo Otegi fue encarcelado en el 2010 por complicidad con los crímenes de ETA, la ahora disuelta organización terrorista vasca.
Formación gubernamental
Sin embargo, estos partidos pondrán precio por respaldar un nuevo gobierno de Sánchez, y puede que algunas de sus demandas (por ejemplo, un referendo vinculante sobre la autodeterminación en Cataluña) resulten prohibitivas (no hay duda de que enfurecerán a la derecha española). Así, pues, un nuevo gobierno de Sánchez que se forme con el apoyo de esos partidos será muy controvertido y puede abrir un nuevo capítulo volátil y peligroso en la política de España.
La dirigencia española debería pensar en buscar una gran coalición y un acuerdo político amplio para actualizar algunas de las premisas constitucionales en las que se basa el sistema cuasifederal de España. En vez de coquetear con la división del período de la guerra civil, dicha coalición encarnaría el espíritu de conciliación, consenso y arte de gobierno que caracterizó los primeros años de la transición de España a la democracia.
Sin importar lo que venga luego, España sabrá hacerle frente. Como escribió el filósofo José Ortega y Gasset: “España es el problema; Europa es la solución”. Los españoles se lo han tomado muy a pecho, y han estado entre los más ardientes defensores del proyecto europeo desde que en 1986 se unieron a lo que entonces eran las Comunidades Europeas.
Una profunda creencia en los valores europeos sigue uniendo a los españoles de casi todas las vertientes políticas. El modelo iliberal que ha echado raíces en Hungría y Polonia tiene pocos compradores en España.
Shlomo Ben Ami, exministro israelí de Asuntos Exteriores, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz.
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