Nuestra capacidad para competir con los países avanzados depende de un sistema educativo de alta calidad. Escuelas, colegio y universidades estatales deben, por tanto, ser revisados a conciencia para graduar estudiantes con pensamiento crítico y amor por el saber.
Para que un país crezca sosteniblemente, la educación debe ser inclusiva y competitiva. Ambas condiciones nos exigen acreditar todas las carreras de las universidades públicas y privadas, ser rigurosos en la selección y el desempeño de los docentes, evaluar periódicamente a los educadores, eliminar la inamovilidad, desarrollar programas de capacitación y construir infraestructura física y tecnológica en escuelas y colegios públicos.
Existe una brecha generacional que exige docentes preparados en el campo digital. Los estudiantes, desde niños, están inmersos en un mundo interconectado, pero sus maestros no. Todo centro educativo debe contar con Internet de banda ancha y enseñar a los alumnos a investigar utilizando los nuevos medios electrónicos.
Los de preescolar deben aprender a navegar, investigar y trabajar en grupo. Los educadores deben conocer las nuevas herramientas para un uso seguro de Internet y, sobre todo, de las redes sociales.
Las nuevas tendencias de enseñanza están basadas en videos, mapas conceptuales, apps educativas, cursos online, blogs instructivos, juegos, etc. Para avanzar, debemos cambiar el sistema educativo tradicional de clases magistrales por lecciones centradas en la capacidad de los estudiantes de innovar e investigar.
Hay que desarrollar estudiantes con capacidad para opinar, exponer, trabajar en equipo y ser creativos. Salgamos de esquemas rígidos y luchemos por una mayor responsabilidad individual de cada alumno, mayor interdependencia y una participación equitativa.
Los currículos deben ser dinámicos para que los estudiantes estén preparados para competir. No parece lógico que el Estado invierta el 8 % del PIB en educación y no mejore la competitividad, no hay más empleo y la pobreza no baja.
Inglés. Los estudiantes de escuelas, colegios y universidades públicas deben dominar el inglés. El inglés es el idioma para los negocios. Su dominio abre oportunidades de trabajo.
Un país donde solo los estudiantes de escuelas y colegios privados dominan el inglés está condenado a que solo un 10 % de su población tenga mejores ingresos y oportunidades.
La tragedia es más grande: los profesores de Inglés de las escuelas y colegios públicos no dominan bien el idioma. Costa Rica bilingüe debe ser, entonces, una meta urgente.
La tecnología nos da grandes ventajas para aprender idiomas, pero exige profesores muy bien calificados y evaluados. ¿Qué atrasa al MEP para variar sus programas a una educación bilingüe? ¿Recursos? ¿Cuánto perdemos como país al no ser bilingües? ¿Será necesario un intercambio con universidades extranjeras para preparar más educadores? ¿Tenemos que aumentar los salarios de los profesores de Inglés? Estamos en un mundo que exige hablar, leer y escribir en inglés perfectamente para conseguir trabajos bien remunerados aquí o fuera del país.
El reto. En 1979, solo el 50 % de la población había concluido la primaria y para el 2017 se alcanzó el 86 %; no obstante, solo el 40 % de los trabajadores en el 2017 había terminado el colegio. Un reflejo de los problemas que tiene nuestro sistema educativo, producto de la crisis económica de los 80, que expulsó de los colegios a toda una generación.
Todavía hoy persiste un desempleo de un 20 % en el primer quintil, que corresponde a las personas más pobres.
En la educación preescolar, clave para desarrollar habilidades cognoscitivas, estamos en deuda. La educación primaria tiene una cobertura del 100 %, pero la secundaria aún no alcanza la universalización, a pesar de los esfuerzos del programa Avancemos, los liceos rurales, la telesecundaria y otros.
El sistema registra repitencia, exclusión y sobreedad. Los programas comunitarios de colegios a distancia, educación especial y los institutos de educación para adultos están urgidos de infraestructura adecuada.
Calidad. Nuestra calidad educativa está muy cuestionada a pesar de las millonarias y crecientes inversiones para mejorarla. Los gastos en salarios pasaron de ¢600.000 millones en el 2007 a ¢1,2 billones en el 2017. Invertimos más de $400 millones en incentivos para estudiar y, aun así, los resultados son muy pobres.
¿Qué ha pasado con la calidad? ¿Qué pasó con la inversión en infraestructura física y tecnológica? Países con un costo por estudiante similar al nuestro obtienen mejores resultados que nosotros en las pruebas PISA. La tasa de exclusión en secundaria está estancada en un 50 % a pesar de un incremento en la planilla. Tenemos dos años de retraso en ciencias y lectura y tres años en matemáticas respecto a los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Medición. Falta información, medición, análisis y transparencia del Ministerio de Educación Pública (MEP). Lo que no se mide, jamás podrá ser evaluado. No podemos tener calidad mientras no haya más competencia entre los centros educativos, los estudiantes, los educadores y los padres de familia.
El MEP y la sociedad han sido muy débiles a la hora de ver costos y resultados. Los estudiantes de primaria han bajado en los últimos 10 años: de 513.000 estudiantes a 443.000. De 57.000 maestros hemos pasado a 82.000 y de ¢676.000 millones a ¢2,56 billones. Gastos crecientes cuando, según las estimaciones de la INEC, la población de 0 a 14 años va a la baja.
Lo preocupante es que, a pesar de un aumento de 25.000 maestros, solo se ha logrado que el 8 % de las 3.731 escuelas públicas tenga un plan de estudios completo. El costo por estudiante supera ¢1,3 millones al año, en preescolar y primaria. En la educación secundaria, los resultados son preocupantes porque únicamente un 55 % aprueba el bachillerato y un 12,5 % abandona los estudios.
El gigantismo del MEP ha generado rigidez y vulnerabilidad ante las presiones de los sindicatos, que exigen mejores salarios, pero no aceptan mediciones porque su meta es la cantidad de afiliados no importa si son buenos o malos maestros y profesores.
Una mayoría de las juntas de educación no poseen los perfiles idóneos y son incapaces de ejecutar las labores encomendadas de evaluación de la calidad educativa, administración y ejecución de los recursos asignados.
En los últimos 10 años, no hemos sido capaces de hacer los cambios necesarios de alto contenido de tecnología, ciencias e ingenierías que exige el mercado moderno. Tenemos un desempleo juvenil de más de 500.000 personas y seguimos con las mismas estructuras.
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La brecha entre la educación privada y la pública, en colegios y escuelas, cada vez se ensancha más, y los docentes del sector público mantienen una huelga, sin tomar en cuenta el gran daño que les están haciendo a millares de niños y jóvenes.
Algo está muy mal en nuestro sistema educativo cuando vemos falta de compromiso de los educadores por buscar equidad con una educación de calidad y sistemas basados en la competitividad, confianza y responsabilidad. Reflexionemos antes de seguir haciendo lo mismo.
El autor es ingeniero.