Varios economistas escribieron en días recientes, en detalle, sobre la situación cambiaria. La reducción (sin precedentes) del 25,6 % en el tipo de cambio desde el 22 de junio del 2022 tiene consternados, con razón, a todos aquellos con ingresos en dólares; menos a los demás.
No pretendo cuestionar los complejos argumentos a favor y en contra sobre si este precio refleja la realidad macroeconómica nacional; para eso los remito a los eruditos de las “ciencias” económicas. Sin embargo, antes de cuestionar, alabar o desacreditar las políticas cambiarias, vale la pena revisar el estado de la cañería financiera por donde fluyen las transacciones de billetes verdes.
A ojo de este cubero, un simple labriego sencillo sin vínculos bancarios, la principal cañería cambiaria (Monex) cuenta con un diámetro actual demasiado estrecho. Yo diría que de media pulgada (un amigo la calificó de solo tres octavos).
Fuera lo que fuera, el hecho es que varias disposiciones administrativas, políticas o técnicas han contribuido a reducir ese diámetro de las dos pulgadas que tenía la tubería financiera antes del memorable mes de junio del 22. A saber, cuatro hechos comprueban cómo taquearon la tubería:
1. El horario de operación del Monex se redujo de tres horas a solo la hora de almuerzo, 12 m. a 1 p. m. ¿A cuenta de qué? Las computadoras donde opera el Monex podrían trabajar casi todo el día y toda la noche, pero deberían como mínimo laborar jornada de tiempo y medio: 12 horas.
2. Pero además de esa absurda (¿?) disminución en el horario de operación, redujeron la transparencia al publicar únicamente las tres mejores ofertas de compra y tres de venta (seis en total) vigentes en el momento. El BCCR, claro que puede verlas todas; una sustancial ventaja.
3. Y como si esas dos constricciones en la plomería financiera no fueran suficientes, impusieron un límite mínimo y otro máximo a los precios permitidos de compra y venta en la pizarra electrónica. Esto, dizque para proteger a todos aquellos que al querer vender dólares a ¢700 teclearon un cero menos y ofrecieron ¢70.
4. Todas las “mejoras” anteriores ocurrieron en los últimos 20 meses. Sin embargo, el constreñimiento de la cañería financiera venía desde antes. Desde hace dos administraciones, el BCCR concentra todas las compras y ventas de divisas del sector público; otra forzada reducción de los participantes en el mercado de divisas.
Con estas medidas, el BCCR, que de por sí ya constituía el principal jugador, se convirtió en el elefante del mercado cambiario. Ante una constreñida tubería, el rebalse natural lo aprovechan los bancos (hasta ahora calladitos) con el delicioso margen (spread) que disfrutan (ayer entre ¢13,50 y ¢18 en los principales bancos).
Ya amerita revertir todas las anteriores perjudiciales medidas.
Cuanta más transparencia, competencia y fluidez del mercado cambiario, mayor credibilidad y confianza se tendrá en el sistema y mejor se establecerá el precio del dólar.
Los costarricenses nos hemos sentido orgullosos de la cañería cambiaria Monex y de las llaves plomeras del Sinpe que la complementan; ambas herramientas desarrolladas por los profesionales del Banco Central con recursos públicos. Sin embargo, reconozcamos los errores cometidos al reducir el diámetro de las tuberías y auméntenlo al menos a tres pulgadas.
El autor es productor lechero.