El sistema financiero es uno de los motores que impulsan el crecimiento económico de los países, ya que permite que el dinero y el crédito fluyan con agilidad. Su estabilidad es fundamental para el crecimiento económico y la inversión en todos los ámbitos de la economía.
Por eso, consideramos oportuno reflexionar sobre las fortalezas, las debilidades y los desafíos del sistema financiero costarricense para el 2024.
Durante los primeros nueve meses, el entorno fue complejo. En primer lugar, la intervención de dos intermediarios financieros pequeños (debido a incumplimientos regulatorios y malas prácticas) puso a prueba la confianza del público y los mecanismos regulatorios que dejan considerables lecciones sobre la fortaleza del marco normativo y la estabilidad general.
En segundo lugar, las condiciones macroeconómicas continuaron siendo poco favorables. Los intermediarios tuvieron que operar en un entorno condicionado por la difícil situación de las familias sobreendeudadas, bajo crecimiento del régimen definitivo, altas tasas de interés y el estancamiento en los ingresos familiares de la última década. A pesar de lo anterior, el sistema mostró resiliencia y mantuvo su solidez.
Las fortalezas
Para evaluar la fortaleza de un sistema financiero, es esencial revisar algunos indicadores significativos. Uno de ellos es la suficiencia patrimonial, que, en términos simples, mide la capacidad del sistema y de los intermediarios para absorber pérdidas inesperadas, cumplir con sus obligaciones y conservar la confianza de inversionistas y público en general.
En el caso de Costa Rica, el indicador ha evidenciado una tendencia positiva en el tiempo. Hasta agosto, la suficiencia patrimonial de los intermediarios se ubicaba entre un 12 y un 33 %, alcanzando un promedio para el sistema del 18,4 %, un aumento relevante con respecto al 15,8 % en agosto del 2022. Se sitúa también muy por encima del mínimo regulatorio del 10 %, lo que no solo refleja la fortaleza de nuestro sistema, sino también la estabilidad y capacidad considerables para enfrentar posibles choques.
El otro indicador es la cobertura de las estimaciones, que se refiere a las provisiones que los intermediarios financieros establecen para protegerse de posibles pérdidas en créditos de gran riesgo. Costa Rica destacaba con una cobertura del 192 % a agosto, es decir, hay ¢192 disponibles por cada ¢100 estimados en créditos potencialmente incobrables.
Este dato es notable en comparación con otros países de la región y sugiere una sólida protección contra pérdidas, pero también un efecto negativo en la rentabilidad que podrían estar obteniendo los intermediarios.
El tercer indicador es la cobertura de liquidez en colones y dólares, que mide la cantidad de activos líquidos de buena calidad de que disponen los intermediarios para hacer frente a salidas de efectivo en situaciones de estrés.
En Costa Rica, la cobertura se sitúa en aproximadamente 2,5 veces en moneda nacional y 2 veces en moneda extranjera. La normativa de Basilea III exige que sea al menos del 100 %, lo que significa que el sistema financiero costarricense está bien preparado para afrontar eventualidades.
Las debilidades
La capacidad de absorber choques tiene su costo. Como decimos los economistas, no hay almuerzo gratis. Los sistemas financieros deben balancear la mayor regulación a costa de una menor rentabilidad. Si analizamos los indicadores de rentabilidad por activo o sobre el patrimonio, encontramos cifras relativamente bajas en comparación con otros países de América Latina o con instituciones de naciones desarrolladas. Por ejemplo, en el 2023, la rentabilidad sobre activos fue de apenas un 0,6 %, mientras que en EE. UU. fue del 1,4 %; en México, el 1,8 %; y en Argentina, un 3 %.
Costa Rica registró una rentabilidad sobre el patrimonio del sistema del 3,9 % en el 2023, notablemente inferior si la comparamos con Estados Unidos, donde rondó el 10 %, o con algunos países europeos, que incluso superaron ese valor.
La baja rentabilidad se debe a factores coyunturales y estructurales que han limitado un mayor dinamismo y crecimiento del sistema financiero. Hay que preguntarse si es lógico y sostenible en el tiempo para los dueños de los intermediarios estar en una actividad que en el presente tiene una rentabilidad menor que un bono de Gobierno.
Entre los factores coyunturales, destacan las elevadas tasas de interés y la fuerte apreciación del colón, que causó pérdidas cambiarias en los últimos años que afectaron negativamente las utilidades de los intermediarios. No obstante, con el reciente relajamiento de la tasa de política monetaria (TPM), algunos indicadores han comenzado a mejorar gradualmente en los últimos meses.
Por otro lado, los factores estructurales incluyen distorsiones legales, como el peaje bancario, las cargas parafiscales (en el caso de los bancos estatales) y un oneroso encaje mínimo legal, que en Costa Rica es significativamente mayor (un 15 %) con respecto a otros, como Estados Unidos (un 0 %), la eurozona (un 1 %), México (un 4 %) y Colombia (un 7 %). ¿Tiene lógica destinar ¢15 de cada ¢100 al encaje mínimo? El encaje aumenta las tasas de interés convirtiéndose en un impuesto sobre los deudores y los intermediarios financieros.
También hay otros desafíos estructurales, como el alto endeudamiento de las familias, la enorme informalidad laboral (que dificulta el acceso al sistema financiero regulado a buena parte de la población), el bajo crecimiento del régimen definitivo y elevados costos operativos derivados de las cargas laborales.
La cantidad de intermediarios en Costa Rica también plantea dudas de si el país está aprovechando economías de escala que permiten diluir los costos. En España, con 47 millones de habitantes, existen 11 intermediarios financieros; en Costa Rica, con apenas 5 millones, operan 41. En Chile, hay cerca de 20 para 20 millones de personas aproximadamente.
Los desafíos
Los desafíos que enfrenta nuestro sistema financiero no son sencillos. En la última década, el crédito para el sector privado creció a un ritmo mucho más lento; apenas la mitad de lo que solía hacerlo. El crecimiento y la rentabilidad bajos están impulsando lentamente una concentración en la industria, una tendencia que no es exclusiva de nuestro país, pues se observa a escala global. ¿Deberíamos fomentar una mayor concentración en el sector financiero para mejorar la eficiencia?
Por otro lado, muchas familias enfrentan un considerable endeudamiento, lo cual limita sus oportunidades de crecimiento y obliga a los intermediarios a reinventar sus modelos de negocio para adaptarse a un entorno en constante cambio, la competencia de las fintech y nuevas tecnologías costosas. Modernizar el sistema es primordial para lograr un mayor crecimiento.
La educación financiera sigue siendo un gran desafío. La mayoría de las personas desconocen lo valioso de contar con seguros, fondos complementarios de pensiones, ahorros programados o incluso sobre el uso adecuado de herramientas como las tarjetas de crédito. Abordar esta brecha es fundamental, no solo para los intermediarios, sino también para empoderar a las familias en su gestión financiera.
Internamente, las entidades financieras deben enfocarse en contar con una alta dirección y equipos capacitados. Invertir en recursos humanos es tan importante como invertir en tecnología. La confianza en el manejo del dinero es esencial, y esta recae en quienes dirigen los flujos entre ahorros y créditos. ¿Están todas las instituciones claras de lo anterior?
El entorno regulatorio plantea su propio conjunto de desafíos. Si bien la estabilidad es esencial, los cambios abruptos en la regulación tienen consecuencias inesperadas que afectan la economía. Por eso, es crucial que las modificaciones se lleven a cabo de manera gradual para que el sistema se adapte sin comprometer su futuro. Reguladores y entidades financieras deben trabajar juntos hacia el mismo objetivo: asegurar la sostenibilidad, rentabilidad y crecimiento del sistema.
A pesar de los retos, el sistema financiero de Costa Rica cuenta con una base sólida y notable resiliencia. Para continuar avanzando, es vital que los actores, desde reguladores hasta intermediarios, colaboren en promover soluciones a todos estos desafíos. Solo así establecerán las condiciones necesarias para seguir impulsando el crecimiento y fortalecer nuestra economía en el futuro.
Luis Liberman y Daniel Ortiz son economistas.