En los últimos años, he disfrutado los partidos del fútbol femenino y aplaudido las mejoras que, gracias al esfuerzo de varios equipos y especialmente de la Liga, quebraron mitos como que las mujeres eran incapaces de llenar estadios.
Viví el sentido de orgullo de mis nietas, quienes adoptaron a varias de las jugadoras como modelos a seguir. Con la premier de las Leonas, se rompieron muchos paradigmas; se mostró el nivel de lucha personal y los estereotipos que debieron sufrir para lograr sus sueños y, más aún, ser octocampeonas.
Creí que estábamos a las puertas de la profesionalización del fútbol femenino e incluso organizamos una concurrida actividad con tal fin. Era largo el camino, pero las ideas que ahí se dieron presagiaban que en pocos años lo lograríamos. Qué ingenuidad.
En este año, equipos importantes como el Saprissa no participarán y peligra la participación de otros. Una causa de ello es que la Unafit tiene décadas de un liderazgo monolítico masculino, que hace relevos que parecieran ser un simple maquillaje.
Esta organización requiere adoptar las mejores prácticas, rendición de cuentas, un plan estratégico que ayude a la ruptura de brechas, fórmulas diferentes de financiamiento y un liderazgo disruptivo (como lo hizo Fernando Ocampo y su junta), que se inspire en experiencias como la española, donde es el deporte de mayor crecimiento: de 700%, como mencionó Vicky Ross. Además, urge derribar el mito de que no venden camisetas, cuando de las cinco más vendidas nacionalmente, dos son de mujeres. Recuerden, además, que las mujeres somos el 40% de la audiencia en los eventos masculinos.
Con motivo del 8M, participé en el panel organizado por la diputada Rosaura Méndez junto a la exministra Karla Alemán, la expresidenta de la Unafut Vicky Ross y la pentacampeona paraolímpica en crossfit Amalia Ortiz, y junto con una concurrida asistencia, hicimos un pacto de honor: impedir que se normalicen la profunda brecha y la discriminación que sufren las mujeres en todos los deportes, empezando por el fútbol. Estaremos vigilantes de las asociaciones e instituciones rectoras, exigiremos cuentas y resultados y haremos visibles las discriminaciones de las que somos objeto. Alzaremos la voz porque, como defensoras de la igualdad, decidimos decir ¡ya basta!
Nuria Marín Raventós es politóloga.