La creencia en la superioridad de un grupo étnico sobre los demás produce sufrimiento y atrocidades, como la tortura, el asesinato y el genocidio. La denuncia es un antídoto efímero, pues no termina uno de indignarse por un suceso de esta naturaleza, aquí o en París, cuando aparece otro racista en un planeta infestado de diversos tipos de discriminación.
El prejuicio preocupa en todas sus formas, pero especialmente en las aulas. Recientemente, una candidata del certamen Miss Costa Rica relató su primer enfrentamiento con el racismo. Deykel Palmer Chaves estudiaba en el kínder cuando sus compañeros hicieron comparaciones monstruosas sobre su piel y cabello negros. La niña lloró, pero, afortunadamente, contó en su familia con luchadores contra los que ven al otro diferente, y ahora, a los 19 años, alza su voz en defensa de las víctimas de la discriminación racial.
Han pasado por lo menos 14 años desde entonces e historias como la de Palmer siguen repitiéndose. ¿Recuerdan que a principios de año el MEP empezó una investigación contra una docente de preescolar de Aserrí, a quien una madre denunció por haber discriminado a su hija de cinco años?
Es difícil olvidar la prohibición de los dreads a una menor bajo el argumento de “no estar en Limón”. Aparte de racista, la maestra, si se confirmó lo denunciado, es ignorante. Dos pecados capitales en la docencia.
La niña se sintió “muy acongojada”, relató la madre, “tendrá cinco años, pero era consciente de que algo pasaba. Yo misma casi me pongo a llorar”, agregó.
Una conocida acaba de cambiar a su hija de escuela porque los niños la llamaban lesbiana. La pequeña rehusaba ir a clases y la única forma de devolverla a las aulas era el traslado, es decir, impunidad para los matones.
Estas historias tienen en común las niñas, los centros educativos y la ignorancia; no obstante, hay otras formas ominosas de degradar a los seres humanos, entre estas, la xenofobia. En este momento, millones de personas no tienen un país donde vivir porque el suyo está tomado por gobiernos autoritarios o están en guerra.
A las masas de desplazados se les niega el refugio porque son pobres o sus creencias religiosas los convierten en “sospechosos”. Europa era hasta hace poco cuna del rechazo. Estados Unidos se subió en la ola poco a poco y Costa Rica, desafortunadamente, también. No hay que dormirse en los laureles, advierte Zetty Bou, recién elegida magistrada del TSE, con respecto a la democracia, lo cual incluye los derechos humanos.
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La autora es editora de Opinión de La Nación.