Fui una de las personas más jóvenes en una actividad celebrada del 11 al 13 de agosto en Nueva York. Fui junto con otras cuatro de Costa Rica.
Conocí jóvenes de Siria, Argentina, Nigeria, Ucrania, Egipto, Colombia, Perú, Sudáfrica y Alemania, entre otros, quienes me contaron sobre sus proyectos. Me impresionaron el chico de Siria que construyó ya más de 13.000 casas para su comunidad, una chica de Sudáfrica que tiene una clínica y ha atendido a miles de jóvenes en su país y otra de Colombia que creó un personaje reciclador en su canal de YouTube para movilizar a miles de jóvenes en Bogotá a limpiar las calles.
Aunque la actividad fue organizada para mayores de 18 años, me admitieron, debido a mi experiencia de siete años en activismo, desarrollo sostenible y derechos humanos. Empecé recolectando basura en mi escuela.
Fue un honor e incluso fui finalista en una competencia de storytelling. Pude representar a mi país y la adolescencia, junto con uno de mis compañeros que tiene mi edad. La edad promedio en el acto era 28 años.
Pienso que el honor más grande fue la gran cantidad de lecciones que deja la conferencia. Me gustaría empezar con una frase propia que enfaticé en mis discursos: nunca se es muy joven para enseñar, ni muy mayor para aprender.
En nuestra sociedad, existe la creencia de que las personas jóvenes, especialmente adolescentes, deberíamos sentarnos en un rincón y escuchar a la autoridad sin cuestionarla, pues se considera un irrespeto. Sin embargo, la edad no define la capacidad para entender que el desarrollo sostenible y los problemas globales nos competen a toda la humanidad, independientemente de quiénes, cómo y de dónde seamos.
Muchas veces, es la gente joven la que puede dar lecciones a los adultos, ¡y vaya que lo hacemos! A pesar de que nos catalogan “de cristal” por preocuparnos por nuestro mundo, somos muchos los que abogamos y participamos en movimientos fundamentales para la protección del planeta y los derechos humanos.
A pesar de estar en una sociedad donde el sistema suele no contar con un espacio para los jóvenes en la mesa de la toma de decisiones, traemos nuestra propia silla, porque debemos ser integrados, porque lo que me mostraron los proyectos fue que las grandes ideas provienen también de las mentes más jóvenes.
Un costarricense de mi edad y yo salimos de la actividad con un excelente plan para desarrollar nuestra propia idea en beneficio de nuestro proyecto social y nuestras áreas de mayor preocupación.
Jóvenes líderes
¿Esto qué demuestra? Que pensar que las personas jóvenes no son capaces de liderar sus propias iniciativas es mentira, y cada día lo desmitificamos. Por otro lado, es importante señalar que estamos en un sistema en el que existen muchas formas de discriminación social, tales como sexismo, racismo, homofobia, xenofobia, capacitismo, entre otras, que ponen en desventaja a las juventudes de distintas maneras.
Por eso, es sumamente importante crear espacios y marcos de cooperación donde se propongan soluciones que beneficien a las personas jóvenes, adaptadas a su condición y realidad, para que así cada quien se desarrolle y su voz sea escuchada.
En un taller sobre privilegios, hablamos al respecto para determinar cómo, según nuestra condición, la sociedad nos brinda ventajas o desventajas automáticamente. Así, vimos lo necesario que es que seamos conscientes de nuestra posición de privilegio, si la tenemos, y cómo usarla para hacer que las cosas consideradas privilegios en vez de verse así sean vistas como un derecho humano.
Aun así, hay algo que a todas las juventudes, a pesar de nuestras diferencias, nos hace similares, y es el adultocentrismo. Cada vez que escribo un artículo o comento algo en las redes sociales, no falta quien me escriba correos o mensajes insultantes por tener 17 años y ser mujer.
Adultos acosaron en las redes sociales a líderes de secundaria que se manifestaron frente a la Casa Presidencial contra las pruebas estandarizadas. En el mundo, se tokeniza la participación de las juventudes y se reduce a la inclusión de tan solo una o pocas, a las que en realidad no se les escucha y solo se les mantiene para pretender que nos integran.
Esta es una realidad que si bien se manifiesta de formas muy diferentes, desde violencia hasta discriminación, converge en todos nosotros. No obstante, hay otra similitud que compartimos, y esto lo determinamos en la humanidad, la lucha y el poder que tenemos para cambiar el mundo.
Sueños, creatividad e innovación
Analicemos un momento nuestra historia, y veremos que no existe ningún movimiento social en el cual falte juventud o estudiantado. En este sentido, debemos abandonar la noción de que solo somos el futuro, porque también somos el presente, y desde ya estamos cambiando y estamos moviendo.
¿Nos quieren catalogar de ofendidos o “cristalitos” por preocuparnos por el bienestar social? Está bien, porque de por sí la verdadera persona ofendida es la que se molesta porque un o una joven tiene criterio o la contradice. Por más ataques adultocéntricos que suframos, vamos a seguir adelante por nuestros sueños, ambiciones y, sobre todo, por el deseo colectivo de ver un mundo mejor, intersecado e inclusivo.
¿Cuál es mi conclusión? Que ser adolescente o joven no nos hace menos inteligentes, menos capaces y menos maduros, y ser mayor no es lo opuesto. Tenemos mucho potencial, y debe ser visto y tomado en cuenta.
Nuestras realidades son muy diversas, y precisamente por esto se necesitan soluciones holísticas y adaptables. Somos sumamente creativos, poderosos e innovadores. Ser joven no es un defecto, sino una cualidad y, sobre todo, poder.
La autora es activista cívica de 17 años.