El siglo XXI plantea grandes contradicciones. Una es que en el mundo 828 millones de personas van a dormir cada noche con hambre y, otra, que de conformidad con los datos de la FAO es posible alimentar a 1.260 millones al año si se erradica el desperdicio de alimentos.
Los datos son atroces, existe una pérdida y un desperdicio equivalentes al 14 % de los alimentos entre la cosecha y la distribución (información de la FAO del 2019), lo que equivale a $400.000 millones.
A lo anterior se suma el desperdicio del 17 % en la fase de distribución y entre los consumidores finales, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Se trata de un problema complejo cuya solución demanda políticas públicas, proactividad del sector productivo con mejores prácticas e incorporación de un enfoque circular y alianzas con organizaciones civiles que sepan hacer llegar los alimentos no aprovechados a las poblaciones más vulnerables.
Hablamos de niños, adultos mayores, mujeres en riesgo social y población de la calle, entre otros, que diariamente enfrentan el flagelo del hambre y pueden ser testigos de cómo se derrocha aquello que para ellos significaría una mejora indiscutible en su frágil calidad de vida.
Es en este contexto que deseo destacar dos extraordinarios proyectos. El primero es el Banco de Alimentos, liderado por Francia Linares, una iniciativa que llega a 62 cantones de nuestro país y lleva 3.000 toneladas de alimentos a poblaciones vulnerables.
El segundo, promovido por María Pía Robles, directora de relaciones Corporativas de Fifco, llamado Ayudar es Pan Comido, es una iniciativa que consiste en que las cadenas Musmanni aportan un porcentaje de sus ganancias de la venta de pan al Banco de Alimentos.
En otras palabras, quien consume pan ayuda a quienes tienen hambre. Lo que me recuerda al Dr. Ortiz y su iniciativa el Parque Nacional de Diversiones, el concepto los niños sanos pueden ayudar a los niños con algún tipo de enfermedad del Hospital Nacional de Niños, excelente ejemplo de cómo entre todos podemos superar las contradicciones en que vivimos y podemos sumarnos a la lucha a favor del hambre cero, segundo objetivo de desarrollo sostenible propuesto de aquí al 2030.
La autora es politóloga.