¿Qué instinto despierta la guerra que embruja las pasiones y adormece el raciocinio? Para Esquilo, la verdad era siempre la primera víctima. Nina Khrushcheva dice que Putin es un “jugador cauteloso y calculador y no se mete en la boca más de lo que puede tragar” (Der Spiegel, 21/1/2022). En su opinión, Putin no piensa poder tragarse Ucrania. ¿Qué quiere, entonces? Lo que sea que buscó, no lo encontrará. Putin no ganará. Ucrania, menos. Estados Unidos, Europa y el mundo, tampoco. Es una guerra de perdedores. El mayor empeño debe ser detenerla.
Algo más debería aprenderse aquí, como axioma universal: ni moral ni estratégicamente cabe la guerra como instrumento “preventivo” de seguridad. Prevenir el comunismo no justificó Vietnam; ni armas de destrucción masiva, Irak; ni la democracia, Libia; ni el terrorismo, Afganistán. Mucho menos se justifica en Ucrania. En cada caso, fue éticamente deleznable y el agresor quedó más frágil.
Von Moltke decía que ningún plan resiste el primer contacto con la realidad. Si Rusia pensaba prevenir su cerco, su asalto logró lo contrario. ¿Temía ser rodeada por la OTAN? En cambio, a la alianza la agresión la fortaleció, con una raison d’être. ¿Se sentía amenazada? La carrera armamentista europea que desató sí es de temer.
Aislada de la economía global, Rusia será más pobre. El costo de una ocupación es insostenible para Rusia, con un PIB igual al de Texas. Y, luego, la política interna: el sentimiento antibélico florecerá en las calles rusas, junto a los féretros. China podrá aliviar algo sus carencias, pero el mayor auxilio chino será ser puente diplomático para salir del embrollo.
No nos engañemos. Occidente, incluso ganando, perderá. No hay ganadores y el daño universal será enorme. La globalización que unifica languidece bajo el enfrentamiento que divide. Las sanciones desatan dinámicas de atrincheramiento entre bloques político-militares opuestos, como antes de 1914. Sabemos cómo terminó.
Un semejante estado de exaltación imposibilitará volver a condiciones de expansión del comercio, avance económico y cooperación tecnológica. Las cadenas de valor amenazan retraerse tras fronteras nacionales. Lo que se gestaba como cultura universal se transmutaría en choque sectario de civilizaciones.
Ganar en esta guerra ya es imposible. Hay que pararla.
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Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.