En los medios de comunicación se lee o se oye cada vez menos la frase adverbial “en sede parlamentaria”. No sabemos si eso se debe más al declive del “lugarcomunismo” que a un cambio en el humor de los comunicadores. Me decía un amigo que, con el fin de disminuir sin violencia el aforo en los establecimientos comerciales, por lo menos durante ciertas horas, las autoridades sanitarias deberían obligarlos a difundir en sus locales, por medio de altoparlantes, las sesiones de la Asamblea Legislativa.
Dije estar de acuerdo, siempre y cuando, se eximan de esa medida a las librerías, pues he comprobado que algunas ya se acercan al aforo cero gracias a una ininterrumpida y despachadora nube de música ambiental de pésimo gusto. Al parecer, los mismos libreros decidieron enfrentarse a la pandemia mediante el hábil truco de alejar de los libros a los pocos lectores que seguimos vivos.
La conversación derivó naturalmente de la ocurrencia de un grupo de legisladores de proponer, en sede parlamentaria, la conversión del Thanksgiving Day en una tradición costarricense digna del asueto obligatorio. Mi entusiasta interlocutor se mostró partidario de que en el proyecto se incluyan, como nuevas tradiciones ticas con feriado, el Halloween y el Oktoberfest, como sustituto de algo tan aburrido —lo dijo él, no yo—, como la Semana Santa.
Por mi parte, señalé que, para evitar las objeciones de las autoridades religiosas, no sería mala idea copiar, además de un carnaval tipo fluminense, la procesión en honor a San Wilibrordo, que fue incluida por la Unesco en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en la que ya figura la bella carreta pintada costarricense.
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Presencié una vez esa procesión, que se realiza en la localidad luxemburguesa de Echternach, cada martes de Pentecostés, y lo que más me gustó fue la danza en la que varios miles de creyentes marchan pegando brinquitos: tres hacia adelante y dos hacia atrás. Algo de lo más gracioso.
Por razones obvias, en nuestra sede parlamentaria se debería incluir una pequeña variante en el singular homenaje a San Wilibrordo —no olvidar el asueto—: la danza consistiría en un desfile de 2.000 figuras políticas costarricenses dedicadas a pegar brincos, dos hacia adelante y cinco hacia atrás.
duranayanegui@gmail.com
El autor es químico.
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