Los comicios del domingo fueron un ejemplo de la fortaleza cívica que por largo tiempo ha distinguido a Costa Rica, la democracia sin par y sin ejército que es admirada en el mundo entero. Por ello, considero que estos sufragios nos enaltecen en el sistema internacional. Asimismo, se constituyen en un tributo para aquellos gobernantes de Costa Rica que sabiamente condujeron a nuestra patria por los senderos del civilismo y el pluralismo.
Hoy día, Costa Rica es particularmente admirada por su educación y por una economía que ha girado al ámbito de la tecnología y el ambiente. Paralelamente, ha sido una nación tolerante, donde no se persigue a nadie por su fe religiosa ni sus convicciones ideológicas. Y frente a todos estos logros por los que destacamos internacionalmente, y por los que algunas naciones intentan imitarnos, le debemos enseñar al mundo nuestros adelantos y ventajas en el campo electoral, limpio y claro ante la comunidad de naciones.
Y no nos engañemos. Hay países en nuestro vecindario cuyos gobiernos nos envidian y esperan que cometamos errores políticos garrafales. Recordemos en estas horas a don Ricardo Jiménez, don Cleto González Víquez y don José Figueres Ferrer, quienes cimentaron la sociedad pluralista que entraña nuestra democracia. Meditemos, en estas horas del ímpetu electoral, en nuestros valores y tradiciones que nos han llevado a la cumbre entre las sólidas democracias occidentales.
Para constatar los laureles, miremos el entorno continental, nublado por una minoría de países sometidos a dictaduras con mil disfraces y excusas. No vayamos muy lejos. Nicaragua marcha a la cabeza de este penoso grupo, precedida por la Cuba fidelista que yace desfallecida, pero continúa con sus intrigas. Por su parte, Honduras mira horrorizada los amagos del continuismo infeccioso del ayer que ahora pretende repetirse.
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Hacia el sur, el despotismo de Venezuela testimonia cómo el pueblo cada día prosigue una lucha sin tregua contra el tirano Maduro. Por su parte, Ecuador, habiendo superado los traumas de su reciente pasado, intenta ahora frustrar los delirios del expresidente Rafael Correa. A su vez, Perú inestable, y no se diga de Brasil, convertido en un manicomio político.
Consideramos, entonces, que nuestras elecciones son un sólido y privilegiado bastión democrático en el mundo, por lo que debemos resguardar la institución, respetarla y admirarla, lo cual incluye perfeccionarla. De eso se trata la democracia.
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