El sospechoso silencio de la Casa Blanca y otros gobiernos en torno al doloroso capítulo de tres jóvenes universitarios y el respetado editor de un influyente periódico local condenados a más de un año de prisión en Hong Kong suscita dudas con respecto a la genuina posición del saliente y del entrante gobierno estadounidense en pro de la democracia en la isla.
Hasta ahora, hubo muestras positivas sobre el tránsito de Hong Kong hacia el pluralismo político. De hecho, la creencia general era que la Casa Blanca asumiría un papel más proactivo en ese delicado capítulo. La retórica del presidente Donald Trump también llenaba de esperanzas al amenazado Hong Kong.
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La realidad pareciera contradecir ese ansiado giro. Más bien, el silencio de las dependencias estadounidenses y otras naciones con injerencia ha tenido un resultado endurecedor en el aparato político rector de Hong Kong. Este desenlace decepciona no solo a un gran sector del público foráneo, que esperaba una postura más contundente de sus respectivas autoridades, sino también de la prensa internacional y los inversionistas que ya se ven como víctimas de la desidia oficial para frenar situaciones de esta índole.
Otro ángulo de este último aspecto radica en la expansión de la violencia, que muchas veces se deriva de estos conflictos y contagia zonas aledañas. El fenómeno lo hemos visto en distintos puntos geográficos, incluso en nuestro país. Situaciones parecidas suelen generar protestas de agricultores inmersos por décadas en conflictos por dudas limítrofes que se propagan a poblaciones cercanas.
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En la categoría de «pleitos entre vecinos» existe un riesgo de graves consecuencias, consistente en que una de las partes sea foránea. Ha habido casos en que una o ambas partes lo son y les resulta muy cómodo invitar a senadores o representantes de Washington D. C. o de otros Gobiernos para que impartan lecciones de «disciplina» a las autoridades locales.
Giros de esta categoría causan angustia a muchos Gobiernos que ven su asistencia financiera exterior amenazada por conflictos de tierras, sobre todo. Sudan cónsules y embajadores (cuando los hay), y temen los países por las posibles consecuencias financieras y publicitarias perjudiciales, muchas veces para naciones tradicionalmente vinculadas a Estados Unidos.
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