Centenares de miles de jóvenes, muchos de ellos acompañados por sus padres, maestros y amigos, se volcaron por las grandes vías de Washington D. C. y otras ciudades estadounidenses el sábado. Su propósito fue lanzar un llamado para poner fin a la violencia con armas de fuego, especialmente las ultramodernas, que tiende a expandirse con la consiguiente pérdida de vidas jóvenes.
El nombre que dieron a las demostraciones, Marcha por Nuestras Vidas, subrayó el propósito de estas desbordantes caminatas como reacción a la cadena de episodios mortales con armas de fuego en colegios, conciertos y servicios religiosos. La protesta, anunciada cuatro días después de la matanza en una escuela de la Florida, rápidamente se expandió por todo Estados Unidos con marchas paralelas en todo el mundo. En el proceso, la causa también ganó el respaldo de familias poderosas.
Los émulos de figuras imaginarias muy populares en la subcultura de las armas han atrapado a numerosos compañeros para ametrallarlos con modernas armas de combate, como la AR-15, o las más tradicionales modificadas para las matanzas que conciben muchachos extraviados por afecciones anímicas de diversa índole.
Bien señaló un padre de familia que para su hijo, de 18 años, era más fácil comprar una AR-15 que ordenar una bebida alcohólica. Lamentablemente, en la lucha cotidiana para modificar las normas actuales, quienes abogan por controlar el comercio creciente de armas en la población civil, indefectiblemente topan con la muralla de la National Rifle Association (NRA), poderosa entidad que se parapeta en la segunda enmienda constitucional que garantiza el derecho inalienable de portar armas. La NRA, además, promete mayor respaldo a muchos legisladores que provienen de distritos electorales donde el imperio de las armas es algo sacrosanto.
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Es innegable que las marchas del sábado han impactado a la población en general y a sectores importantes del Capitolio y al mundo entero. Los eventos cuentan ahora con el recurso más importante: la convicción de miles de hogares que han aprendido la trascendencia de racionalizar el capítulo de las armas.
En estos días se recuerda vivamente la masacre de 20 niños y 6 adultos en el Sandy Hook School, en diciembre del 2012, a manos de Adam Lanza, un mozalbete posiblemente trastornado. Una mancha más para la historia. El acontecer de las matanzas desalmadas continúa hasta hoy.
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