El nuevo presidente de Polonia, Andrzej Duda, suscribió la semana pasada una ley que criminaliza vincular al país con el Holocausto, o sea, la aniquilación de 3,5 millones de judíos. Este fue el propósito de la maquinaria de seis centros de exterminio, sobre todo el campo de Auschwitz, conexos en el proyecto hitleriano de liquidar al pueblo judío. Estos campos de la muerte fueron establecidos por los nazis en Polonia, con la activa colaboración de polacos, incluso en sus operaciones.
Conforme a la nueva legislación, quienes describan los “campos de exterminio en (o) de Polonia”, o simplemente “campos de concentración polacos”, incurrirían en una pena carcelaria de tres años.
Sobra detallar el torbellino mundial que ha causado esta cuestionada ley. Muchos países han acusado al nuevo gobierno de Polonia de querer reescribir la historia. La verdad inconfundible es que esta ignominiosa maquinaria fue erigida en territorio polonés con la activa cooperación de sus ciudadanos.
La nueva realidad política que alentó la aprobación legislativa de esta odiosa ley es el extenso bloque liderado por el presidente Duda con figuras de la extrema derecha, posiblemente antisemitas. Nada más infamante para la memoria de los estadistas alemanes democráticos que impulsaron la nueva Alemania de la posguerra.
Duda intentó capear la tormenta remitiendo la norma a la Corte Suprema para su dictamen. Esto, de ninguna manera, saldaría el perjuicio global ya causado.
El antisemitismo es el virus arraigado que ha resurgido violentamente ahora en Polonia, como lo evidencian las marchas de entidades obreras y campesinas con pancartas cargadas de odio hacia Estados Unidos, los judíos e Israel. ¡Qué lástima! Hace algunos años, muchos creímos que el proyecto polaco era afianzar la democracia. Pero nadie previó este vuelco tan execrable al fascismo. Quizás no catalogamos los progromos perpetrados por campesinos polacos que, desde niños, fueron amamantados con el odio contra los vecinos judíos.
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Janusz Makuch, un intelectual no hebreo, creó el célebre Festival Cultural Judío de Cracovia en el que cada año participan destacados artistas internacionales. En una ocasión nos dijo: “Polonia es el cementerio judío más grande del mundo”.
Sería un milagro que de esos sentimientos tan nublados y odiosos que se desbordan hoy en Polonia germinen semillas de comprensión.
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