La incongruencia suele tener un efecto erosivo en la credibilidad, máxime cuando emana de jerarcas que deben tomar decisiones pensando en el bienestar de los habitantes del país.
El pasado 6 de setiembre, la ministra de Salud, Joselyn Chacón, defendió enconadamente ante el Congreso la decisión de eliminar el uso obligatorio de la mascarilla en pleno pico de la covid-19 infantil.
En aquel momento, Chacón alegó que el Hospital Nacional de Niños (HNN) colapsa todos los años desde el 2016 a causa de las enfermedades respiratorias.
La jerarca también expresó reservas con respecto a las medidas de confinamiento tomadas por el anterior gobierno para evitar la propagación del coronavirus en tiempos en que no había vacuna.
Pero en menos de un mes Chacón tuvo que desdecirse y enviar a todos los alumnos de primaria y secundaria a quedarse en la casa en vista de la nueva ola de males respiratorios.
El “receso lluvioso” decretado esta semana por el Ministerio de Salud no es otra cosa que un confinamiento relámpago que pretende cortar la transmisión de los virus que tienen en jaque al HNN.
La medida fue sugerida por un equipo técnico interinstitucional que también propuso reinstaurar el uso general de mascarillas en espacios cerrados y transporte público.
Resulta curioso que el criterio de estos calificados asesores sí haya sido escuchado para suspender el curso lectivo, pero no para retomar la obligatoriedad de los cubrebocas, por lo menos durante un tiempo.
Otro hecho controvertido fue la forma atropellada, con cierto sabor a improvisación, como las autoridades sanitarias comunicaron la declaratoria del “receso lluvioso”.
Una medida que afecta a 1,2 millones de estudiantes y a sus padres y maestros debió ser notificada con un tiempo prudencial para que la población se organizara, y no la noche previa.
De hecho, fue evidente que ni el propio Ministerio de Educación Pública (MEP) estaba enterado de lo que iba a ocurrir, pues tuvo que salir apresurado a aclarar la ola de dudas que sacudió las redes sociales.
Si la suspensión de clases estaba sobre la mesa desde el 30 de setiembre, anunciarlo a última hora denota un pésimo sentido de oportunidad y falta de consideración. Eso también golpea la credibilidad.
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El autor es jefe de información de La Nación.