Vladímir Putin estuvo entre los escépticos del cambio climático, pero dio la media vuelta y se declaró decidido a colaborar con los archirrivales norteamericanos para enfrentar la emergencia mundial. Rusia tiene una comunidad científica de primera línea, capaz de comprender lo que sucede y robustecer el conocimiento, pero el giro del presidente parece influido por motivos rabiosamente prácticos, entre ellos la transformación de grandes extensiones de Siberia en pantano por el derretimiento del permafrost.
Esas mismas tierras congeladas fueron, hasta hace poco, ambiente hostil para los incendios forestales, pero hoy arden con alarmante facilidad. Otros vecinos del Ártico sufren el embate de las llamas. Los suecos piden ayuda a las naciones del Mediterráneo, con más experiencia en incendios. Están tan sorprendidos como los habitantes de la Columbia Británica, donde las temperaturas llegaron a imponer la marca de 49,6 °C y causaron cientos de muertos.
En ese momento, ya ardían miles de kilómetros cuadrados en el noroeste de los Estados Unidos y en África la alteración de los patrones de lluvias agravaba, al mismo tiempo, las sequías y las inundaciones. Estas últimas se ensañan con el sur de Asia, y en Centroamérica la pérdida de cosechas por falta de agua es tan grave como los daños causados por huracanes cada vez más violentos.
La conferencia sobre el cambio climático COP26, por celebrarse en Glasgow, Escocia, entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre, debería ser un resonante éxito si el pronóstico se funda en el sufrimiento ya causado por el calentamiento global. No obstante, hay razones para el pesimismo a juzgar por lo sucedido después de la COP21, celebrada con éxito en París.
Los prometedores acuerdos destinados a mantener el aumento de la temperatura global por debajo de dos grados Celsius en relación con la era preindustrial difícilmente se materializarán. Ese es el consenso de las agencias de inteligencia de los Estados Unidos en un informe sobre los retos planteados por el cambio climático a la estabilidad y seguridad del planeta.
No solo los desastres naturales preocupan a los estudiosos. A partir del 2030, países clave para la paz mundial enfrentarán inestabilidad y requerirán ayuda humanitaria. Habrá guerras civiles y entre naciones para decidir el acceso a recursos escasos y las olas de migrantes serán mucho mayores, entre otras causas de inestabilidad. No hay más remedio que seguir insistiendo.
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