Tres de mis pasiones, la política internacional, la educación y las luchas por las mujeres, confluyeron en un inesperado encuentro en Naciones Unidas con la campeona mundial de ajedrez de todos los tiempos: Judit Polgar.
Para mi generación, la Guerra Fría, la confrontación entre las superpotencias, la lucha por la supremacía del espacio, la crisis de los misiles, Praga y París en el año 1968, Vietnam o el movimiento Solidaridad son algo más que capítulos en un libro de historia.
Para quienes nacieron luego de la caída del Muro de Berlín y de la escisión de la Unión Soviética, quizás no resulte tan claro cómo el ajedrez era para los soviéticos una herramienta de poder frente a los estadounidenses. De ahí el hito histórico del Campeonato Mundial de 1972, en donde el estadounidense Bobby Fisher triunfó sobre el campeón defensor Boris Spassky, dando fin, además, a 24 años de hegemonía soviética.
Esta victoria ayudará a dimensionar quién es Judit Polgar, la joven que superó a Fischer como la persona más joven en obtener el título de gran maestro (maestra en este caso). Esta reina del ajedrez, la mejor de todos los tiempos, le ha ganado a los campeones mundiales: Spassky, Karpov, Kaspárov y al actual, Carlsen.
Mucho se ha escrito sobre “el experimento de las hermanas Polgar” que ha dado como fruto a tres sobresalientes maestras o gran maestras en ajedrez, políglotas, con un rico acervo cultural y un ejemplar tributo a la filosofía de sus padres de que los “genios se hacen, no nacen”.
Fueron educadas en un ambiente sin barreras, ni construcciones restrictivas, con la convicción de que las mujeres tienen las mismas capacidades intelectuales que los hombres, lo que hace inaceptable todo tipo de discriminación.
A esta ajedrecista, hoy joven madre de un niño y una niña, y fundadora del centro de talentos en su natal Hungría, no podíamos menos que preguntarle: ¿Debe mantener el ajedrez, el deporte intelectual por excelencia, divisiones por sexo?
Para quien siempre prefirió competir con hombres, su respuesta fue contundente. La separación no debe mantenerse por diferencias en el intelecto. Se dan por las prácticas de exclusión, las menores oportunidades y la discriminación que persiste en el deporte.
Polgar es un vívido recordatorio de que si las mujeres se desarrollan en familias y sociedades género neutrales y acceden a educación de calidad, tendrán la oportunidad de alzar vuelo y desarrollar su potencial.