No eran cuatro gatos, pero tampoco la pretendida multitud de jaguares que pregonan el chavismo y el aparato de propaganda del gobierno. Eso sí, eran suficientes “misingos” para montar un bochornoso concierto de maullidos frente a la oficina del fiscal general de la República.
Congregados a pedido del jaguar mayor, acólitos con bigotes pintados y trajes con manchas atendieron la convocatoria, tal vez sin tener muy claro el motivo, pero sin duda muy agradecidos por el paseo gratis a la capital y el almuerzo para evitar un soponcio de mediodía.
La consigna era ronronear lo más fuerte que se pudiera, para que las cámaras de Casa Presidencial, de los medios subordinados y de los influencers a sueldo pudieran magnificar las imágenes de un acto fabricado con la evidente intención de promover imagen y generar culto.
Así las cosas, en el guion de esta plaza pública no podían faltar los mensajes mesiánicos, los discursos envueltos de blanco, azul y rojo, y los ataques calculadamente pasados de tono en contra del fiscal general, Carlos Díaz, y el presidente del Congreso, Rodrigo Arias.
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“Ratas”, “cómplices” y “proxenetas” fueron parte de la edificante selección de términos pronunciada por aquel que se autoproclamó como "la voz del pueblo" para descalificar a líderes de instituciones que, precisamente, han cuestionado los desatinos y excesos de su gobierno.
Por ello, queda la sensación de que este desplante también procuraba desacreditar y quitar del camino a aquellos que pudieran representar una amenaza para el proyecto chavista, ya sea mediante el control político o las investigaciones judiciales en curso.
No obstante, las cortinas de humo suelen tener un efecto pasajero cuando resulta tan evidente, como es en este caso, que quien señala con el dedo acusador puede ser señalado por su notoria incapacidad para resolver los problemas más apremiantes del país.
La delincuencia está incontenible, los femicidios aumentan, la infraestructura pública acusa un enorme rezago, la educación carece de ruta, los turistas se alejan del país, más personas renuncian a buscar empleo y siguen creciendo las listas de espera en los hospitales del Estado.
¿Será que de eso se trata jugar de jaguar? O sea, subir la voz y golpear la mesa para montar el show y luego, como hace Leoncio el león, huir por la derecha.
