Muchos nos preguntemos por qué las cosas están como están, por qué situaciones que antes pensábamos completamente imposibles son ahora parte de nuestra vida, o están a punto de serlo. La ventana de Overton podría ser la respuesta.
Es la teoría política propuesta por Joseph Overton en la década de los 90, orientada al cambio político o de las prácticas sociales, incluso las impensables.
Es una ventana de posibles opiniones expresadas en el ambiente público sin sufrir, necesariamente, censura o descalificación. Los políticos, especialmente, procuran colocarse en esta ventana de aceptación para conseguir la voluntad popular y asegurar el cumplimiento de sus propósitos; por ello, pretenden modificarlas a su conveniencia.
De ese modo, ideas u opiniones, originalmente impensables, pasan al nivel de lo discutible hasta llegar a calificarse de aceptables para caber en el espacio público de lo conversable, lo debatible.
Subrepticiamente
Para cambiar la forma de pensar de manera masiva sin que se perciba la manipulación, dice Overton, son necesarios los medios de comunicación y los agentes de credibilidad (autoridades, expertos o influencers).
En el primer paso, el pensamiento se mueve de lo impensable a lo radical: aquí es donde los expertos bajan el tono de lo imposible y lo tornan discutible. Luego, de lo radical a lo aceptable: con ayuda de más expertos —ojalá científicos— y de forma más masiva los criterios dejan de ser personales para estar amparados al conocimiento de una comunidad creíble (falacia de autoridad).
El tercer paso es ir de lo aceptable a lo sensato: dar sentido a lo pensado y convertir al que piensa diferente en insensato, torpe, anticiencia. Posteriormente, se avanza hacia lo popular: se masifica lo que se ha instituido como sensato; es cuando los medios de comunicación se convierten en vehículos de exponenciación de las ideas.
En la actualidad, con los avances de la neurociencia y la penetración de las redes sociales, el efecto es aún más veloz y apabullante. Finalmente, se llega al nivel político, donde el terreno está preparado para dar legitimidad normativa e implantar una idea que no hacía mucho tiempo era completamente imposible de pensar.
La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) podría ser, en este momento, víctima de una ventana de Overton. Hace apenas unos lustros, casi nadie ponía en duda su papel fundamental en la construcción del pacto social, la vida democrática y la paz social.
No obstante, fuerzas políticas y económicas, dentro y fuera de ella, empiezan a elevar esa certeza al rango de lo debatible, de que quizás se ha sobrevalorado a la CCSS y es una lujosa entidad a la que pueden quitarle partes para hacerla más eficiente, especialmente, porque una amplia proporción de gente no es cubierta por el seguro de salud ni por el régimen de pensiones.
Cúmulo de circunstancias
Se crea entonces la duda en el público, sumada a la desigualdad en las oportunidades que, de forma estructural, alejan el trabajo formal y decente que proporcione condiciones dignas y aseguramiento.
Se produce la imagen de los privilegiados y los demás. Se desconocen, estratégicamente, los principios de la CCSS, en especial universalidad y solidaridad. Para las investigadoras Rocío Sáenz y Ana Soto, existe una “estrategia de descomposición y reemplazo”.
Afortunadamente, una parte de la ciudadanía no escucha los cantos de sirena, según los cuales la CCSS está quebrada y es incapaz financieramente de atender el portafolio de inversión o las listas de espera.
Hay una población alerta que no cae en la trampa de una “ruta de la salud” que busca beneficiar a clínicas y hospitales privados, y unos pocos que pueden incurrir en el copago, cuyo resultado son las desigualdades, ni siquiera inequidades ni las insanas prácticas que debilitan el seguro de salud por incumplimiento del Estado de pagarle lo que corresponde en tiempo y cantidad. A lo anterior, no escapa el régimen de pensiones.
En una era en que la posverdad campea libre por cada espacio de nuestras vidas y con más fuerza en las redes sociales, la probabilidad de navegar en una ventana de Overton de forma inconsciente es cada vez mayor.
No debería sorprender que, en un negocio tan lucrativo como el de la enfermedad, estemos ya en el último paso de la ventana, en que se busca, por medios legales —no morales— que se consume el objetivo de la estrategia.
Lo triste, sin duda, es que la ventana no afecta solo a la CCSS, sino también a buena parte de la institucionalidad.
El autor es profesor de Epidemiología en la UNA desde hace 20 años. Ha publicado unos 140 artículos científicos en revistas especializadas.