Se me parte el entendimiento entre contradicciones. La democracia impone el criterio de la mayoría. Es su virtud. El voto de un lego vale lo mismo que el de un letrado. Para Hegel, cumple, así, la equiparación universal de la dignidad humana. Las urnas dan igual reconocimiento al pobre que al rico, al poderoso que al desafortunado. ¡Es grandioso!
Nadie discute eso en Costa Rica. Pero la democracia es también una rama de la división del trabajo. La política es el tablado donde se ejercita el poder. Ahí, perdón, no se equipara sabio con imprudente. La democracia demanda, en eso, resultados. Es su otra forma de legitimidad, derivada de satisfacer cometidos. Es asunto de eficiencia y eficacia.
Además, tiene otra arista. Es forma de asociación que crea partidos, segmentos, afiliaciones. Argollas que a veces responden a intereses no siempre altruistas. En esa dimensión nacen compadrazgos de afinidades ideológicas y mercantiles. Con banderas y marcas, se venden como cocacolas. ¿Cómo entender entonces colectividades enteras que acuerpan candidatos impresentables?
Eso sí se discute en Costa Rica. Estamos obligados a hacerlo. Todo está lejos de ser lo que deseáramos: seguridad, pobreza, empleo, educación, salud y la lista sigue. Nadie puede excusar la responsabilidad de la clase política en este embrollo. Todos los equipos han fallado. Llevan la mancha de nuestro drama, pero ahí está el punto, también el mérito de lo hermoso en una Costa Rica todavía excepcional.
Esa es otra arista. La clase política es indispensable. No se inventa de la nada. Si solo se la vilipendia para descartarla de un plumazo, queda un vacío por llenar de improvisados. En los dos Zapotes, los toros son bravos. Los problemas se pueden volver catástrofes: a punto estuvimos de extinción de especies marinas, la niñez sigue en vísperas de perder habilidades informáticas y del PANI mejor no hablemos, en público. Ministros van, ministros vienen, pasan por Zapote y no se detienen. La vieja política cedió el paso a la política inopinada, y sin embargo todavía popular. En las encuestas la opinión del iletrado vale tanto como la del más pintado.
Seré políticamente incorrecta: lo que de bueno tiene la democracia, lo tiene de malo. Estamos metidos en un zapato y nada resuelve la insalvable complejidad de lo político.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.