Los resultados de las elecciones son un reflejo de la dualidad que vivimos. La “Costa” y la “Rica”. Por un lado, la Costa Rica próspera de los centros urbanos versus la Costa Rica rezagada de la periferia, la costa y las fronteras. En un artículo publicado el día de las elecciones (La Nación, 4 de febrero del 2018), apuntaba, precisamente, que atender la desigualdad regional debería ser una prioridad del próximo gobierno.
Varias de las explicaciones sobre el resultado electoral señalan a la opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos como el parteaguas en estas elecciones. Está claro que desempeñó un papel importante. Sin embargo, nuestra hipótesis no es que esta fuera una elección entre conservadores y progresistas.
El análisis cantonal de los resultados electorales sugiere que subyace una manifestación de la desigualdad de progreso social entre distintas regiones del país. No es una división meramente geográfica, del tipo campo–ciudad, sino una brecha entre segmentos de la población en busca de mayores oportunidades de bienestar colectivo.
Utilizando el índice de progreso social cantonal (IPS), una métrica del bienestar colectivo calculado por el Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS), vemos la relación entre las brechas y la intención de voto.
El Partido Restauración Nacional (PRN) ganó en 37 cantones cuyo IPS promedio — ponderado por población— es de 71 puntos (en una escala de 1 a 100). Por su parte, el Partido Liberación Nacional (PLN) ganó 11 municipios con un IPS de 74; el PAC, en 30 cantones con IPS de 78; y, finalmente, el PUSC en 3 de los cantones de mayor progreso social del país, con un IPS de 79. El PRN dominó las costas, las fronteras y la periferia, mientras que PAC, PLN y PUSC se disputaron las aglomeraciones de mayor bienestar colectivo.
Los más carentes. Específicamente, el PRN se impuso en aquellos municipios con mayores carencias en términos de necesidades básicas (vivienda y seguridad personal), fundamentos del bienestar (educación y sostenibilidad ambiental) y oportunidades (derechos personales, tolerancia e inclusión y educación universitaria). Estos cantones, además, ostentan los mayores índices de pobreza y desempleo del país.
Asimismo, el PRN ganó en cantones con un mayor número de jóvenes que ni estudian ni trabajan, y destacó en aquellos con escasez de vivienda, matricula primaria, matricula secundaria, escolaridad promedio de las mujeres y usuarios de Internet y de telefonía móvil.
¿Qué motiva este comportamiento de los votantes? Algunos analistas han indicado que la brecha educativa entre regiones explica buena parte de los resultados electorales. Afirman que las poblaciones con menor educación son más afines al mensaje del PRN. Sin embargo, al analizar el componente de “acceso a educación” del IPS, nos encontramos que la brecha entre el desempeño de los cantones ganados por el PAC versus aquellos donde ganó el PRN es apenas de tres puntos. Así que, sin descartar la educación, deben existir otros factores que promovieron el desenlace electoral.
Una investigación reciente de la Universidad Sciences Po de Francia sobre bienestar colectivo e intención de voto confirmó que existe una relación entre aquellos individuos con menor progreso social y la intención de voto para partidos conservadores.
Luego de medir variables demográficas y preguntar a los votantes sobre su percepción del futuro, los investigadores llegaron a la conclusión de que el factor subyacente que determina la intención de voto es una “pérdida de esperanza” entre muchos individuos que, luego de varios lustros de desmejoramiento de su bienestar, se inclinaban por apoyar mensajes que aludían a la protección de valores y el nacionalismo.
De acuerdo con los datos, el sentimiento de quedarse rezagado está presente en individuos de diferentes condiciones socioeconómicas. La edad, la educación y el ingreso son determinantes de la intención de voto, pero son menos relevantes que la “desesperanza”.
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País en deuda. La explicación del caso francés podría aplicar a nuestro país (habría que confirmarlo con datos individuales). El planteamiento hipotético sería que la brecha creciente entre la “Costa” y la “Rica” ha generado una “desesperanza” en los individuos de la costa, las zonas rurales y la periferia de las ciudades. Este sentimiento corta transversalmente sectores, ingresos y niveles educativos.
Lo natural para estos individuos es, entonces, aferrarse a una propuesta que les devuelva la esperanza. Independientemente de quién gobierne a partir del 8 de mayo, es imprescindible volcar la atención sobre estos costarricenses.
Está claro que las políticas tradicionales no han funcionado y la deuda con ellos crece día con día.
El autor es director del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible del Incae Business School.