Los demógrafos europeos acuñaron el término ultrabaja fecundidad (lowest-low fertility en inglés) para indicar sociedades con bajísima natalidad que proliferaron en ese continente en la década de los noventa.
El umbral lo establecieron en 1,3 hijos por mujer de tasa global de fecundidad (TGF). Costa Rica alcanzó ese umbral crítico en el 2021 y otra vez en el 2022. Más aún, cuando la tasa se computa solamente para mujeres nacidas en Costa Rica, el resultado es una TGF de tan solo 1,1 hijos. Solo tres países en el mundo tuvieron una TGF más baja: Ucrania, Corea del Sur y Taiwán.
La tasa neta de reproducción (TNR) correspondiente a la mencionada TGF de las costarricenses es de 0,53 hijas. Esto significa que cada generación de 100 mujeres costarricenses sería reemplazada por otra de tan solo 53 mujeres, es decir que la población caería casi a la mitad de una generación a otra, o en aproximadamente 28 años, que es el intervalo intergeneracional costarricense. Este, sin embargo, es un escenario teórico que requiere muchas décadas y condiciones para que cristalice.
Debe aclararse que la ultrabaja fecundidad en que hemos caído no es producto de la pandemia de covid-19. Si bien la tasa del 2021 disminuyó sustancialmente, lo hizo al mismo ritmo que lo venía haciendo antes de covid-19. Y la tasa del 2022 es más alta de lo que cabía esperar si la tendencia previa a la pandemia hubiera continuado, de manera que si algún efecto tuvo la pandemia en su segundo año fue el de desacelerar la caída de la natalidad.
Siete décadas de cambio
La fecundidad viene disminuyendo en Costa Rica desde hace 70 años, pero las generaciones jóvenes aceleraron fuertemente la caída en la última década. Mientras la tasa de fecundidad de las mujeres de 35 y más años de edad permaneció prácticamente constante, la de las jóvenes menores de 25 años cayó un 48 % en la década anterior al 2022.
Este protagonismo de las personas jóvenes sugiere que el desplome de la fecundidad del país podría ser una posposición de la maternidad hacia edades más altas y no una reducción en el tamaño final de la familia a niveles ultrabajos cercanos a un hijo.
De ser así, cuando las generaciones jóvenes (por ejemplo, las nacidas en el 2000) alcancen 30 o 40 años de edad, darían el paso de encargar los hijos pospuestos y ello elevaría las tasas de fecundidad a niveles cercanos a dos hijos de familia completa.
Desde luego que si la caída de la fecundidad es realmente una renuncia a —y no una posposición de— la maternidad, el futuro demográfico del país con familias completas del orden de un hijo en promedio presentaría situaciones insólitas y grandes desafíos.
A los escenarios de posposición o renuncia de la maternidad cabe agregar un tercer escenario de “posposición truncada” por barreras que no permitan a los jóvenes alcanzar sus metas reproductivas.
Una barrera es el reloj biológico. Cuando se decidan a encargar el hijo podría ser demasiado tarde debido al incremento de la infecundidad que ocurre con la edad y tendrían que recurrir a tratamientos de fecundidad asistida que con frecuencia no son exitosos.
O quizás, barreras socioeconómicas y normativas los lleve a seguir posponiendo indefinidamente la maternidad, como al parecer está ocurriendo en países como España, Italia, Corea del Sur o Taiwán.
Futuro incierto
La fecundidad de Costa Rica está en una encrucijada y es imposible anticipar si las muchachas que nacieron en, por ejemplo, el 2000 llegarán al final de su vida fértil en el 2050 con cerca de uno o con cerca de dos hijos en promedio.
Aunque sí puede anticiparse que, de acuerdo con la experiencia europea, una condición clave es la equidad de género, tanto en términos materiales como normativos. Ello incluye, por ejemplo, compartir entre los cónyuges las labores domésticas, o condiciones para que la mujer-madre participe satisfactoriamente en la fuerza laboral.
Otro factor clave es el apoyo institucional del Estado para la crianza y educación de hijos de alta calidad. En la Costa Rica de hoy esas condiciones no ocurren, por lo que, a menos que haya un cambio significativo, quizás no se llegue a tener mañana los hijos pospuestos hoy.
El autor es demógrafo.