En cualquier otro año que no sea este, el crecimiento económico en América Latina daría motivos de orgullo a los gobiernos de la región. La Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal) calcula que el crecimiento del PIB en el 2021 estará en torno al 6%, mientras que el Fondo Monetario Internacional pronostica un crecimiento del 6,3%. Desafortunadamente, incluso la previsión más optimista es insuficiente para compensar la contracción que sufrió la región en el 2020, del -6,8%.
América Latina será la región del mundo en desarrollo con el peor desempeño al salir de la pandemia. Debido al crecimiento muy débil en los cinco años anteriores a la covid-19, la región experimentó una “media década perdida”.
Con el colapso económico del 2020, la recuperación limitada del 2021 y un crecimiento moderado esperado para el 2022 (2,9% según la Cepal), está claro que la región se encuentra inmersa en otra década perdida de desarrollo.
Si el 2023 es similar al 2022, el crecimiento anual promedio para el período 2014-2023 sería de solo un 0,7% anual, peor que la tasa anual del 1,4% durante la década perdida de los años 80.
La recuperación económica de la crisis de la covid-19 también ha sido muy desigual. Cuando se consideran en conjunto los años 2020 y 2021, Chile y Colombia son los dos países más grandes con el mejor desempeño; se espera que ambos superen sus niveles de actividad económica previos a la pandemia.
Brasil y Perú también pueden hacerlo, pero el PIB de Brasil se contrajo en el segundo y tercer trimestre. Argentina y México tendrán un nivel de actividad económica inferior al del 2019, y el colapso económico en Venezuela ha continuado. Entre las economías más pequeñas, solo República Dominicana, Guatemala y Paraguay mostrarán una mayor actividad económica en el 2021 que en el 2019.
Los efectos sociales en la región han sido devastadores. La Cepal y la Organización Internacional del Trabajo estiman que en el 2020 se perdieron 25 millones de puestos de trabajo en América Latina. En el segundo trimestre de este año se habían recuperado solo 17 millones, por lo que el empleo todavía se encuentra alrededor de un 3% por debajo del nivel anterior a la crisis.
No hay estimaciones de la tasa de pobreza para el 2021, pero llegó al 33,7% en el 2020 según la Cepal, por lo que la región ha perdido más de una década en términos de reducción de la pobreza.
Los efectos internos de la pandemia han sido mucho más significativos que los choques económicos internacionales que ha experimentado América Latina. De hecho, a pesar de los problemas en el transporte marítimo y las cadenas globales de valor, el comercio internacional se ha recuperado mucho más rápido que después de la crisis del 2008-2009.
Los precios de las materias primas también mostraron una fuerte recuperación desde mediados del año pasado. En general, se espera que las exportaciones latinoamericanas crezcan un 25% en el 2021, gracias a un aumento del 8% en los volúmenes y las tendencias positivas en los precios de exportación. La principal excepción es el turismo, que ha experimentado una recuperación muy incompleta.
Los flujos de capital han sido abundantes para los países que tienen acceso a los mercados financieros. Durante los primeros nueve meses del 2021, las emisiones de bonos latinoamericanos en el mercado internacional de capitales alcanzaron los $124.000 millones, un 5,6% más que en el mismo período del 2020, cuando las emisiones también mostraron una tendencia positiva.
El costo de dicha financiación ha sido muy bajo para los patrones históricos. Y, en contra del pronóstico de que la pandemia reduciría las remesas de los migrantes, estas aumentaron tanto en el 2020 como en el 2021, particularmente de los migrantes en los Estados Unidos.
Pero la desaceleración de la mayoría de las principales economías y el aumento de la inflación en todo el mundo indican que las condiciones globales pueden ser menos positivas en los próximos meses.
La Reserva Federal de Estados Unidos ha señalado que subirá las tasas de interés en el 2022 y el Banco Central Europeo también endurecerá su política monetaria. China, un gran mercado para América Latina, enfrenta dificultades causadas por los problemas de deuda de su sector de la construcción y algunas grandes empresas. Y los precios de las materias primas, incluido el petróleo, parecen haber alcanzado su punto máximo, aunque siguen siendo altos.
Además, el espacio fiscal de los gobiernos latinoamericanos seguirá estando limitado por los altos niveles de la deuda. Y los bancos centrales de la región están aumentando las tasas de interés desde sus mínimos históricos para responder a los aumentos de la inflación.
En cualquier caso, dado el débil crecimiento económico previsto, los gobiernos latinoamericanos deben evitar adoptar políticas macroeconómicas contraccionistas. Más importante aún, deberían centrarse en reformas estructurales.
Tomar medidas para reducir la desigualdad a través del gasto social y sistemas tributarios más equitativos sería un buen comienzo. Los gobiernos también deberían fomentar políticas activas de desarrollo productivo y exportaciones con mayor contenido tecnológico, respaldadas por una mayor financiación para la ciencia y la tecnología.
También, sería bienvenida la adopción plena de la agenda ambiental mundial. Y los responsables de la formulación de políticas deberían emprender un fuerte impulso a la integración regional, despolitizando los procesos existentes y ampliando su acción hacia nuevas áreas, en particular en materia de salud y productos farmacéuticos.
Por último, pero no menos importante, la región debe demostrar su dedicación a la democracia. La crisis de la deuda de la década de los 80 debilitó a los regímenes autoritarios en el poder y facilitó la democratización. Pero ese compromiso está hoy en duda. Desafortunadamente, como lo destacó el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA) en un informe reciente, esta es una tendencia mundial.
Es esencial que los países latinoamericanos demuestren en las próximas elecciones que la democracia sigue siendo un pilar de su estrategia de desarrollo.
Paradójicamente, la mejor manera de superar la actual década perdida de América Latina puede ser centrarse en cuestiones que van más allá del crecimiento económico.
Una agenda que se centre en el fortalecimiento de la democracia, la reducción de la pobreza y la desigualdad y la protección del medioambiente tiene más probabilidades de mejorar las posibilidades de la región de lograr un crecimiento más incluyente y más sostenible.
José Antonio Ocampo, exministro de Hacienda de Colombia y ex subsecretario general de las Naciones Unidas, es profesor de la Universidad de Columbia y presidente del Comité de Políticas de Desarrollo de las Naciones Unidas y de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional.
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