En un artículo lleno de verdades, titulado “Lo que depara la pandemia al nuevo presidente”, el Dr. Luis Rosero Bixby nos pone sobre aviso de lo que podría ser la magnitud de una nueva ola epidémica (pandémica) en tres distintos escenarios.
Quizá algunos estudiosos criollos de la epidemia de la covid-19 estemos de acuerdo o no con los datos que ofrecen los modelos de don Luis (con mayúscula), pero creo que ninguno dudaría de la elevada probabilidad de que surja una nueva ola epidémica en los muy próximos meses.
De hecho, muy bien apunta don Luis, debemos ponerle atención al comportamiento de la Rt (número efectivo de reproducción) que va tendiendo, lentamente, al alza en las últimas dos semanas, esto, a pesar de un subregistro altamente plausible.
Me tomo la libertad de complementar el artículo de don Luis anotando que, si bien cerca del 40% de las personas en el grupo vacunable ha completado su esquema (tres dosis) contra la covid-19, es también cierto que queda mucha población por completarlo, en momentos en que el Inciensa nos reporta la circulación cada vez más prevalente de la subvariante BA.2 de ómicron, al mismo tiempo que nos anuncia las primeras secuencias positivas de la nueva variante XE, que es una recombinante de las subvariantes BA.1 y BA.2.
Hay que recordar que la subvariante BA.2 era la más contagiosa descrita hasta ahora del SARS-CoV-2, y los reportes recientes nos hablan de que la variante XE puede ser entre un 10 y un 20% más contagiosa que aquella; afortunadamente, parece no ser más virulenta y se está observando, de acuerdo con los primeros datos, la eficacia de las vacunas cuando las personas cuentan con los esquemas completos para prevenir casos graves.
Hay varios aspectos, entonces, que confluyen para que la nueva administración deba prepararse para recibir el país en relativa calma respecto a la epidemia (pandemia) de la covid-19, pero bajo la amenaza posible de una nueva ola, aunque quizá de menor magnitud y efectos negativos, resultado de la confluencia de elementos biológicos del virus —aparición y transmisión de nuevas variantes— y de la población —comorbilidades—, aspectos sociológicos —condición social de vulnerabilidad, cansancio, hastío, renuencia, dudas sobre las vacunas y sensación de retorno al estado prepandémico, por citar los más evidentes— y políticos —toma de decisiones un poco alejadas de lo técnico-científico—.
Llamado a la prudencia
Quienes asuman las responsabilidades en las entidades del sector sanitario, que de por sí es más amplio de lo que usualmente creemos, deberán tomar en consideración lo que viene en lo más inmediato respecto a esta epidemia.
Quedarse en esa especie de espejismo de que ya estamos casi como en tiempos prepandémicos, estimulados por la algarabía y el “estado de complacencia” que nos advierte don Luis que impera en la opinión pública, podría ser un error con altos costos sociales y en vidas humanas.
Veo con buenos ojos aquí una de las más frescas declaraciones del recién elegido presidente de la República en el sentido de que la vacunación obligatoria no se puede eliminar por decisión política, sino basándose en criterios técnicos, decisión prudente y razonable.
Pero tal prudencia y confianza en la ciencia deberá ser extendida a todo lo relativo a la epidemia. Apelo, entonces, a que unas declaraciones dadas por Pilar Cisneros, diputada electa y futura jefa de fracción del Partido Progreso Social Democrático, de que se duda de la naturaleza terapéutica de las vacuna anticovid-19, fueran un desliz o unas palabras dadas al calor del momento y del efecto de la presión a que se sentía sometida por la prensa y lo seguidores de su movimiento.
Seguir el protocolo
Queda en cada persona la propia gestión del riesgo de contagio y de los efectos graves de la enfermedad. En primera instancia, debemos mantener el correcto uso de la mascarilla, ojalá todo el mayor tiempo posible; además, acompañar esa práctica con todas las otras que hemos aprendido, repasado y naturalizado en nuestro día a día.
No tiremos por la borda los aprendizajes, prácticas y actitudes adquiridos en todo este tiempo.
En segunda instancia, acudamos a que nos administren las vacunas que nos correspondan: estos medicamentos salvan vidas y, además, cuidan nuestra calidad de vida.
No es lo mismo sobrevivir habiendo pasado por una covid-19 moderada gracias a la vacuna, que a una forma grave después de días en una unidad de cuidados intensivos por no haberse aplicado las excelentes vacunas que nos ofrece la Caja Costarricense de Seguro Social, producto del esfuerzo de todo el país por conseguirlas.
Sé que no es bonito lo que les estoy diciendo, porque todos queremos olvidarnos de esto de una vez por todas. Pero, definitivamente, la “odiosa mascarilla” seguirá siendo parte de nuestros días durante varios meses más. La pandemia no ha acabado; es preferible pecar por exceso que por falta de cuidado.
El autor es epidemiólogo y profesor de la Maestría en Epidemiología en la Universidad Nacional.