A juzgar por los últimos acontecimientos, el Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer) iniciará el 2025 con medio tiquete de ida y con un enorme signo de interrogación pegado en la carrocería de sus locomotoras.
Resulta que la Contraloría General de la República le improbó al Incofer su presupuesto del año entrante porque los ingresos consignados no alcanzan para cubrir sus costos administrativos y operativos.
Dicho en plata blanca, al Incofer no le alcanza la plata para financiar su funcionamiento, lo cual pone en serias dudas la continuidad de los servicios de transporte de carga y pasajeros que brinda.
La asfixiante situación de la entidad fue confirmada por su gerente administrativo, Miguel Madrigal, quien indicó a la Contraloría que el plan de gastos solo incluyó fondos para los primeros tres meses de operación del tren urbano.
Según su exposición, después de marzo del 2025 no habrá dinero para pagar los contratos con las empresas que se encargan de la conducción de las locomotoras o del cobro de los pasajes.
A partir de ese momento, tampoco habrá dinero para comprar combustible y lubricantes, para darle mantenimiento a las vías ferroviarias, para mantener limpio el derecho de vía ni para adquirir materiales.
Frente a este terrible panorama es inevitable revivir los fantasmas de 1995, cuando la administración Figueres Olsen cerró el Incofer por decreto con el argumento de que su operación era insostenible.
El tiempo se encargó de demostrar que la decisión de aquel entonces no era la adecuada y que el servicio de tren podría convertirse en una alternativa de movilidad muy importante para los costarricenses.
Hoy en día, 13.700 personas viajan a diario en el tren urbano a distintos puntos de la Gran Área Metropolitana (GAM). La capacidad de algunas rutas ha sido rebasada debido a la creciente demanda.
Imaginemos qué sucedería si tuviéramos un servicio moderno como el que se le viene prometiendo a los costarricenses desde hace años y que este gobierno decidió enterrar en forma disimulada.
Si el Incofer se aproxima hoy a un cruce peligroso, es porque la actual administración al parecer decidió conducirlo por la ruta del descarrilamiento financiero.
Mientras en otras latitudes el tren, el metro y sus primos ganan terreno a pasos agigantados, en Costa Rica están condenados a la zozobra eterna por falta de visión, revanchismo político e intereses económicos.