Las criptomonedas están en la mira de los reguladores en todo el mundo. China las prohibió. En Estados Unidos se analiza si se toman medidas tendentes a controlarlas. El Banco de Inglaterra trabaja en la elaboración de normas de capital mínimo para las instituciones financieras que tengan criptomonedas en cartera. Pero aunque para la industria de las criptomonedas esto parezca sinónimo de desastre, la regulación es esencial para su futuro.
El desarrollo del mercado de las criptomonedas comenzó con lo que cabe describir como la etapa de «innovación de productos». La tecnología «blockchain» o cadena de bloques hizo posibles nuevas respuestas a viejas preguntas (¿qué es el dinero?, ¿qué formas hay para la creación de arte y su cotización?).
Esto llevó al surgimiento de aplicaciones muy visibles, por ejemplo, las monedas virtuales y las obras de arte tokenizadas. Pero también a otras innovaciones no tan llamativas en una variedad de áreas, que van desde el seguimiento de contenedores hasta el aseguramiento de la integridad de los historiales clínicos.
¿Será el efecto de la tecnología «blockchain» revolucionario? Depende del concepto que se tenga de una revolución. Por ejemplo, Robert Gordon, de la Northwestern University, se pregunta por el impacto de las innovaciones tecnológicas recientes en comparación con avances anteriores. ¿Resultarán los teléfonos inteligentes tan importantes como la electricidad? ¿Supondrá el comercio electrónico una transformación tan grande como la máquina de vapor? ¿Es comparable el impacto de Internet con el de la radio y el telégrafo?
Revolucionaria o no, es indudable que la tecnología «blockchain» tendrá significativos efectos en una variedad de industrias tradicionales, al alentar la creación de nuevas empresas, productos y aplicaciones. De hecho, el proceso ya está en marcha. Esta adopción generalizada («mainstreaming») de las aplicaciones basadas en «blockchain» señala el fin de la primera etapa en el desarrollo de la tecnología.
Ahora, las criptomonedas están entrando en la siguiente etapa de su evolución: convertirse en un activo de inversión. Aunque en cierto sentido ya son instrumentos de un mercado con una capitalización cercana a los dos billones de dólares, es un mercado contaminado por fraudes, escándalos, abusos de información privilegiada, maniobras de manipulación de precio y otras actividades dudosas o ilegales.
Esto es válido incluso para las criptomonedas más «seguras», las «stablecoins» (monedas digitales estables), supuestamente con respaldo de una «moneda dura». De hecho, mi colega en Yale Gary B. Gorton y Jeffery Zhang, integrante de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos, comparan las «stablecoins» con el papel moneda privado que circuló durante la era de la «banca libre» en Estados Unidos (de 1837 a 1862), cuando cualquier banco podía emitir moneda propia. La porosidad de las regulaciones o su inexistencia llevaban a que el dinero privado fuera propenso a grandes variaciones de precios y episodios de pánico financiero.
Pero incluso en comparación con las escasamente reguladas «stablecoins», el resto del mercado de las criptomonedas es una jungla; y tal vez ese sea el mayor obstáculo al desarrollo del sector: no atraerá cantidades significativas de inversión institucional mientras no haya reglas de juego claras.
Los grandes inversionistas institucionales evitan hoy el sector o incursionan en «modo capital de riesgo» (invertir solo en el nivel individual de las empresas). Para que empiecen a considerar las criptomonedas como una clase de activos alternativa (como las divisas, los «commodities» o los instrumentos derivados) deben darse tres condiciones.
En primer lugar, se necesitan datos depurados y confiables. Y en esto hubo grandes avances. Si bien la información financiera disponible en relación con las criptomonedas todavía es imperfecta e incompleta, muchas fuentes ya ofrecen datos que exceden la mera cotización (al menos, para las principales criptomonedas).
Y a la hora de elaborar dichos datos y garantizar su credibilidad, actores fundamentales del sector financiero tradicional (por ejemplo el S&P Dow Jones, con su cartera de índices basados en activos digitales) brindan referencias metodológicas.
En segundo lugar, hay que investigar más el funcionamiento de las criptomonedas como clase de activos. La investigación académica hizo posible la creación de numerosas clases de activos, como los instrumentos derivados y los fondos basados en índices (por no hablar también de estrategias como la inversión según factores). Y ahora esos avances se están empleando en el negocio de las criptomonedas.
Por ejemplo, Will Cong (Cornell), Ye Li (Universidad del Estado de Ohio) y Neng Wang (Columbia) han elaborado modelos teóricos de valuación de criptomonedas. También, han hecho lo mismo Michael Sockin (Universidad de Texas) y Wei Xiong (Princeton). En tanto, Yukun Liu (Universidad de Rochester), Xi Wu (Universidad de California en Berkeley) y el autor hemos estudiado las cotizaciones de las criptomonedas desde un punto de vista empírico, y nuestra conclusión es que pueden aplicárseles las herramientas de análisis financiero convencionales y que los inversionistas deberían incluirlas en sus carteras.
La tercera condición es un marco regulatorio creíble. Hoy su creación es apenas incipiente, y esto se debe, en particular, a las grandes dificultades implícitas en la regulación de las criptomonedas.
Algunas son de naturaleza conceptual y exigen el desarrollo de nuevas teorías contables y jurídicas, o la modificación de las que ya existen. Otras son de índole práctica, por ejemplo, el hecho de que, aunque los registros de todas las transacciones son públicos, es difícil o imposible determinar las identidades de las partes intervinientes. Y como casi todos estos factores son de alcance global, demandan una respuesta regulatoria coordinada en la que participen, cuando menos, la mayoría de los países principales y que no asfixie la innovación.
Pero una vez superadas estas dificultades y puesto en funcionamiento un marco regulatorio eficaz, las criptomonedas alcanzarán su madurez. Tras los años adolescentes de experimentar y llamar la atención, llegará un mercado de criptomonedas más predecible, en el que estas serán una clase de activos creíble.
Aleh Tsyvinski es profesor de Economía en la Universidad Yale.
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