Un sistema financiero en buen funcionamiento es un componente clave de toda economía exitosa. Sin mecanismos de pago eficientes y servicios financieros accesibles, es difícil comerciar, ahorrar para los malos tiempos, invertir en innovaciones y nuevos modelos de negocios o asegurarse contra riesgos.
Pero precisamente por esa centralidad del sector financiero, todo lo que suceda en él tiene amplias repercusiones.
Si algo nos enseñó la revolución digital es que una innovación aparentemente menor puede trastocar o incluso eliminar industrias enteras.
La tecnología financiera (fintech) trae consigo la promesa de agilizar y abaratar las transacciones comerciales (incluidas las transfronterizas), mejorar la asignación de capital a inversiones productivas y aumentar la eficiencia y accesibilidad de los servicios financieros, en particular para los 1.700 millones de personas del mundo no bancarizadas o subbancarizadas.
Pero la innovación tecnológica en sí no es «buena» ni «mala». Algunos cambios generan amplios beneficios para la sociedad; pero otros pueden beneficiar a unos pocos en detrimento de muchos; y en la mayoría de los casos, habrá una mezcla de beneficios, costos y complicaciones.
Un buen ejemplo es el veloz crecimiento de los activos digitales. Dejando a un lado numerosos esquemas fraudulentos, también hay muchas oportunidades; y los países que puedan aprovechar estas nuevas tecnologías tal vez consigan una ventaja competitiva.
¿De qué modo deben los gobiernos (y electorados democráticos) sopesar riesgos y recompensas? Raghuram G. Rajan, exgobernador del Banco de Reserva de la India, dio hace poco sus ideas sobre esta y otras cuestiones relacionadas en Finance 3.0, actividad organizada por Project Syndicate.
Project Syndicate: ¿Necesitan las criptomonedas más regulación que los instrumentos financieros tradicionales?
Raghuram G. Rajan: Bueno, las criptomonedas sirven para muchos propósitos, pero concentrémonos en algunos. Para empezar, para mucha gente son un vehículo de inversión, y, como tal, exigen cierto grado de regulación para evitar operadores golondrina: gente que toma el dinero de la gente y desaparece.
Esto es especialmente importante cuando se tienen más de 6.000 criptomonedas diferentes, y tantos emisores de tókenes criptomonedas, versiones de una misma clase de activo digital, etcétera.
¿Cómo saber si son legítimas o no? Esa pregunta básica demanda cierto grado de regulación; por lo menos, que todos los operadores deban registrarse y dar pruebas de honestidad.
Un segundo problema tiene que ver con aquellos instrumentos que puedan poner en riesgo el sistema financiero. Por ejemplo, el emisor de una «criptomoneda estable» (stablecoin) básicamente toma el dinero de la gente con la promesa de que podrá devolvérselo en cualquier momento.
Es la misma clase de promesa que hace un banco en relación con los depósitos. Para que funcione, el depositante tiene que poder confiar en que el dinero va a estar (o que en caso de necesidad, el banco tendrá acceso a dinero para devolver el depósito) incluso si todos quieren retirar su dinero a un mismo tiempo.
De modo que para las stablecoins también existe un «riesgo de corrida»; y ese riesgo es una de las razones por las que a los bancos tradicionales se les regula.
Si un depositante piensa que todos los demás van a querer retirar su dinero, también querrá retirar el suyo. Por eso, toda institución que tome dinero con la promesa de devolverlo tiene que estar obligada a demostrar que puede conseguir liquidez suficiente para cumplir esa promesa.
También hay otras semejanzas con la «banca normal» que requieren regular las criptomonedas y las empresas que las emiten.
¿Se están convirtiendo en un vehículo para que la gente haga pagos ilegales? ¿Las empresas emisoras mismas están haciendo pagos a entidades que tal vez sean ilegales? ¿Son entidades ilegales (la mafia, el narcotráfico) actores importantes dentro del sistema de pagos?
Algo que las autoridades regulatorias no deben perder de vista es que regular no tiene que ser avalar. No hay que transmitir un mensaje de que «ahora que lo hemos regulado, su valor está certificado; vayan e inviertan».
No creo que por ahora se les pueda dar semejante aval a las cripto, mientras no entendamos mejor su naturaleza.
PS: ¿Qué clase de regulación conviene más a las criptomonedas?
RR: Como mínimo, habría que exigir que quien quiera emitir un tóken se registre y explique para qué se va a usar el dinero, dónde se va a alojar y qué acceso tendrán los inversionistas a ese dinero en el futuro. Eso sería un nivel mínimo de regulación.
Fuera de ello, creo que depende mucho del volumen de emisión y del plazo mínimo de inversión. En parte, es un tema para las autoridades encargadas de la regulación de valores, como la Comisión de Valores de los Estados Unidos, y, en parte, para las que regulan cuestiones de liquidez o solvencia.
Para las autoridades de regulación bancaria, en lo referido a stablecoins, lo principal es que el emisor tenga acceso suficiente a liquidez.
Otras regulaciones tienen que ver con quién puede participar en el sistema, por ejemplo, las normas antilavado (know‑your‑customer).
Hay que saber quién está usando el servicio, a quién le envía dinero, adónde va el dinero. La respuesta a todas estas preguntas requiere regulación.
PS: ¿Presentan las criptomonedas algún desafío que los reguladores no hayan visto antes o son más de lo mismo?
RR: Muchas de estas cuestiones ya son conocidas para los reguladores, pero también hay desafíos nuevos. ¿Puede la criptomoneda ser blanco de piratas informáticos? ¿Se han ejecutado procedimientos de seguridad que protejan no solo el activo en sí, sino también las plataformas de intercambio que lo usan? ¿Hay riesgo de robo de billeteras? ¿Y los datos de los usuarios? ¿Quién reúne esa información y cómo se almacena? ¿Qué grado de privacidad habría que ofrecer a los usuarios?
Muchos de estos problemas de datos y de ciberseguridad son nuevos. Por supuesto que el sistema financiero actual también presenta problemas similares, pero con los activos digitales se vuelven mucho más difíciles.
PS: Suponiendo que se lograra una regulación adecuada, ¿cuáles son los aspectos más prometedores de las modernas fintech?
RR: Uno de los aspectos esenciales de las finanzas digitales es la posibilidad de reducir costos de transacción gracias a la automatización; sobre esa base se pueden ir agregando otras posibilidades.
La nueva tecnología transforma el otorgamiento de crédito, ya que los acreedores pueden reunir nuevas clases de información y hay otras formas de garantía.
Por ejemplo, si alguien no devuelve un préstamo, esa información va a estar disponible de inmediato en todo el sistema, y va a ser muy difícil que esa persona vuelva a obtener crédito dentro del sistema. De modo que hay una especie de garantía implícita (la reputación del deudor), incluso no habiendo una garantía explícita.
Otra posibilidad es el micropago. Por ejemplo, hacer un micropago por leer un artículo en vez de pagar la suscripción de todo un año. Esto es posible gracias a la reducción de costos de transacción.
Otra aplicación que promete es el contrato inteligente. Hoy, los contratos demandan terceros de confianza. Por ejemplo, para el pago de transacciones internacionales se necesita tener a ambos lados bancos corresponsales que confían entre sí.
Pero el contrato inteligente permite liquidar una transacción automáticamente en cuanto se cumplen ciertas condiciones prepactadas, y eso elimina la necesidad de pagar una comisión a individuos o instituciones que actúen como intermediarios.
PS: ¿Qué problemas u oportunidades crearía esto en los países en desarrollo y emergentes?
RR: Un problema muy grande que tienen los países en desarrollo y emergentes es la inclusión financiera. A la hora de incluir a más personas en el sistema financiero, cualquier reducción de costos de transacción y cualquier aumento de la acceso pueden ser muy útiles.
Si yo vivo en la cima de una montaña y necesito efectivo, tengo que bajar al valle, diez millas más abajo, y volver a subir con el dinero. Pero si puedo usar efectivo digital, me puedo ahorrar el viaje, y es mucho más probable que quiera y pueda participar en la economía formal.
Eso por el lado positivo. Por el lado negativo, en los países en desarrollo y emergentes tiende a haber menos alfabetismo financiero, o sea que es más fácil estafar a la gente.
Además, la digitalización puede crear más volatilidad. Si yo sospecho que mi banco está en problemas, ahora me basta un clic para sacar el dinero de mi banco y pasarlo a activos digitales, mientras que antes para sacar el dinero tenía que hacer fila en el banco. La facilidad de retiro hace posible una mayor volatilidad en momentos de riesgo real para el sistema.
PS: ¿Hay alguna jurisdicción que sirva de ejemplo de buenas políticas y regulaciones para las criptomonedas?
RR: Diferentes lugares están haciendo experimentos, en mayor o menor grado. Me viene a la mente Singapur, como un país que está haciendo lo mejor que puede por estar a la vanguardia y al mismo tiempo asegurarse de que haya una regulación adecuada.
Procura alentar la innovación manteniendo espacios seguros donde la gente pueda experimentar, pero al mismo tiempo está tratando de entender qué tienen que saber las autoridades financieras para mantener los riesgos controlados.
PS: ¿Nos enseña la situación en Ucrania algo nuevo respecto de cómo abordar el asunto de las criptomonedas?
RR: Reforzó algunas de las inquietudes relacionadas con las criptomonedas como medio de pago. Hemos visto bastante volatilidad en el valor de las criptomonedas antes y durante la guerra; esto hace pensar que, como activos, no son necesariamente inmunes a lo que sucede en el mundo real.
Otra preocupación fue el uso de criptomonedas para fugar capitales o eludir las sanciones contra Rusia. Es algo que todavía no se ha investigado lo suficiente.
Dicho lo cual, estoy convencido de que vamos a ver más intentos de crear monedas globales alternativas, dada la magnitud del nuevo régimen de sanciones impuesto a Rusia, y que las criptomonedas van a ser una de las opciones.
Pero esto también aumentará los incentivos para que los bancos centrales con monedas de reserva regulen las cripto.
En última instancia, creo que la guerra modificó algunas cosas, pero no creo que genere cambios radicales en la dirección de desarrollo de las criptomonedas o en la respuesta regulatoria.
PS: ¿Cómo sería su idea resumida de la situación actual? ¿Son útiles las criptomonedas?
RR: Es un área emergente. Hay montones de ideas nuevas y formas nuevas de hacer transacciones. Se están descartando algunos de los procesos más ineficientes en cuanto a consumo de energía (por ejemplo, la minería basada en «prueba de trabajo») y se están buscando métodos más eficientes. Hay mucha innovación, y es bueno que así sea.
Pero los reguladores todavía están tratando de entender lo que sucede; yo ruego al cielo que mientras tanto no explote nada. El mercado global de criptomonedas ya creció demasiado para que uno pueda estar tranquilo sin alguna clase de regulación.
En un buen día puede superar los dos billones de dólares.
Me parece que todavía no hay una aplicación de las cripto que sea un éxito indiscutible. Hay candidatas, pero nada que se pueda decir «esta aplicación es realmente útil para este tipo particular de transacción o para satisfacer esta necesidad particular».
Al comienzo, las cripto servían más que nada para hacer transacciones fuera del radar de las autoridades. Pero eso ya se está volviendo muy difícil.
Así que la búsqueda de aplicaciones mejores no se detiene: ¿Qué se podrá hacer con esta tecnología? El dilema para los reguladores es permitir esa búsqueda y al mismo tiempo limitar el riesgo para el sistema financiero, para el sistema de las criptomonedas y para la gente.
Por ahora estamos avanzando a tientas. Mi esperanza es que dentro de unos años los reguladores puedan mirar atrás y decir «bueno, lo hicimos bastante bien, permitimos la innovación, y también aprendimos como reguladores, se encontró un justo medio y gracias a eso el mundo de las criptomonedas terminó siendo útil».
Raghuram G. Rajan, exgobernador del Banco de Reserva de la India, es profesor de Finanzas en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.
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