Columnistas

La Semana Santa que terminó

Las Semanas Santas siempre estuvieron llenas de un aire de esplendor y de miseria: todo era al mismo tiempo santo y profano, pero esas sensaciones opuestas y disparatadas tenían la virtud de hacerme feliz

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Hacía veinte años que pasaba lejos de casa las Semanas Santas, tan gratas en mi memoria desde que era un niño. Fui apóstol por un rato, después monaguillo, y más grande, terminé alzando las andas de un angelito; cómo olvidar el espíritu de cuerpo que a uno lo embargaba.

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