Una tormenta económica se avecina a la región como consecuencia de la poca capacidad para crecer, la elevada desigualdad, la desconfianza interpersonal e institucional, los amplios grupos socialmente vulnerables, las instituciones débiles y la gobernanza ineficaz, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
En el origen de esta tormenta también están el calentamiento global y cambios internacionales como la desglobalización, los efectos de la pandemia, las crecientes tensiones geopolíticas, la disminución de inversión extranjera directa (IED) desde Estados Unidos y el impacto del plan de gobierno de Donald Trump.
El débil desempeño de las exportaciones del régimen definitivo, sumado a la dependencia de la economía costarricense en las zonas francas, exige actuar antes de que caiga el aguacero.
¿Qué hacer? En primer lugar, se debe fortalecer la competitividad mediante reformas relacionadas con electricidad, cargas sociales, transporte, entre otros aspectos, y potenciar las capacidades nacionales de innovación.
En artículos anteriores, señalé la importancia de los clústeres para fortalecer las actividades del régimen definitivo con miras a desarrollar capacidades de innovación y productividad e integrarlas al régimen especial.
En otras palabras, es necesario redefinir la estrategia de competitividad basándola en clústeres, cuya eficacia es ampliamente reconocida.
Solo en la Unión Europea operan más de 1.500 clústeres con la participación de 140.000 pequeñas y medianas empresas, 16.000 grandes empresas y 13.000 organizaciones de investigación. A escala global, se estima que existen más de 3.000 iniciativas de clústeres, principalmente en Europa, los Estados Unidos y China.
En Costa Rica, contamos con un programa de clústeres desde hace unos seis años. Según cifras del Ministerio de Economía, Industria y Comercio, casi una decena está en etapas muy tempranas de desarrollo en diversos campos: ciberseguridad, ingeniería aeroespacial, tecnologías de información y comunicación, biotecnología, logística, agroindustria, dispositivos médicos, ciencias de la vida y turismo.
Para sortear con éxito la tormenta que se avecina, conviene apoyar los clústeres más allá de su formación y gestión. Estas aglomeraciones aumentan las ventajas competitivas de las empresas, ya que promueven la innovación nacional y favorecen el crecimiento de la productividad.
De acuerdo con la experiencia internacional, son necesarias otras políticas de desarrollo productivo para que los clústeres tengan éxito. Entre estas, destacan la educación de buena calidad, la capacitación del personal, programas de investigación en universidades públicas sobre tecnologías de interés para los clústeres, transporte especializado y comunicaciones.
Se debe promover la competencia en el mercado local eliminando barreras, alinear la organización de las entidades públicas para atender las necesidades de los clústeres y enfocar las políticas de atracción de inversión extranjera y promoción de exportaciones en estas aglomeraciones.
El gobierno debe aprobar regulaciones que incentiven la innovación en las empresas de los clústeres, patrocinar la certificación de estándares internacionales para sus productos y servicios, e incluso estimular la compra estatal de algunos de estos bienes y servicios.
Parte de la oferta educativa y del entrenamiento debería orientarse a satisfacer las necesidades de las empresas organizadas en clústeres, invertir fuertemente en investigación, fortalecer las incubadoras y aceleradoras, y fomentar el surgimiento de startups y spinoffs en los clústeres. Para todo esto, es vital garantizar financiamiento y contar con una institucionalidad adecuada.
En un análisis sobre las necesidades de los clústeres en Costa Rica, en el 2021, identifiqué las siguientes: capacitación, financiamiento, compromiso político, coordinación entre entidades públicas, regulación, simplificación de trámites, reformas legales, infraestructura, personal administrativo, incentivos, tratados bilaterales y políticas públicas para satisfacer las demandas de los clústeres.
De acuerdo con el profesor Francisco Puig, de la Universidad de Valencia, experto internacional en clústeres, dos pilares fundamentales son el financiamiento y la gobernanza.
Sobre el financiamiento, hay buenas noticias: la reforma de la Ley del Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD) garantiza recursos de apoyo para los clústeres y sus miembros, especialmente para micros y pequeñas empresas.
La reforma, junto con las modificaciones a los artículos 4 y 6 de la Ley 8634, plantea la posibilidad de una redefinición sustancial del modelo de desarrollo promovido por la política pública. Al combinarse el sistema para financiar la innovación, los emprendimientos dinámicos y la transformación productiva, el SBD se perfila como una de las plataformas esenciales. Un reto es reglamentar esta ley siguiendo las mejores prácticas internacionales.
Con respecto a la gobernanza, sugiero fortalecer el Programa Nacional de Clústeres mediante la creación de una unidad técnica en el SBD, que coordine acciones con diversos actores (universidades, centros de investigación, entre otros) para garantizar el eficiente suministro de recursos financieros y el apoyo a los clústeres y sus empresas miembros.
El INA, como parte del SBD, debe destinar el 15 % de su presupuesto a impulsar el desempeño de las empresas beneficiarias del sistema, es decir, aproximadamente ¢20.000 millones anuales.
Parece entonces que no faltan recursos. Lo que debemos hacer es apropiarnos de nuestro futuro aprobando políticas de desarrollo productivo.
Sortear la tormenta que se avecina es posible fortaleciendo la coordinación público-pública y público-privada para apoyar los clústeres existentes y fomentar otros en áreas como medioambiente, cultura, energía y servicios de cuidado, entre otras.
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Ricardo Monge González es presidente de la Academia de Centroamérica.