En las clases de Ciencias, a todos nos enseñaron que la evolución era un proceso muy lento. Tan lento que era imperceptible para el ser humano. Me refiero, por supuesto, a la evolución de las especies.
Sin embargo, Juan Enríquez en su libro Evolving Ourselves (“Evolucionando nosotros mismos”) muestra claramente que los principios de Darwin, como la selección natural y las mutaciones aleatorias, ya no aplican. Es bastante obvio que el ser humano está interviniendo en la evolución de las especies.
Pero la evolución va más allá de la biología, todo evoluciona, y cada vez más rápido. Trabajo, transporte, entretenimiento, salud, educación... la lista es larga. El ritmo de cambio se ha acelerado tanto que algunos lo llaman revolución, pero, independiente del nombre, estamos ante una serie interminable de transformaciones cada día más veloces. Una suerte de evolución exponencial.
Existe la tendencia a achacarle a la tecnología digital la culpa de los cambios exponenciales, probablemente por la elocuencia de la ley de Moore, pero hay muchas otras tecnologías, tanto físicas (por ejemplo, energía solar) como biológicas (por ejemplo, CRISPR) que también se desarrollan exponencialmente. Los hackers biológicos son tan reales como los digitales, aunque mucho menos entendidos.
La comprensión de que el mundo está cambiando cada vez más rápido, y la velocidad seguirá aumentando indefinidamente, debe obligatoriamente llevarnos a un sentido de urgencia en la adaptación y de previsión del futuro. Para adaptarnos al futuro, debemos adoptar las nuevas y mejores tecnologías, no todas las nuevas tecnologías, solo las mejores.
Incluso cuando podemos identificar claramente cuáles son las que debemos adoptar, no siempre es fácil, o posible, hacernos de ellas suficientemente rápido. Un buen ejemplo es la encrucijada en que se encuentra la mayor parte del mundo en vías de desarrollo, que entiende que deben usar las tecnologías de la llamada Cuarta Revolución Industrial, pero todavía no cuentan con la infraestructura digital de la tercera (redes de fibra óptica rápidas, simétricas y baratas).
Trabas. Obstáculos existen por doquier. Está claro que la generación solar distribuida es el futuro, pero la transición puede ser tan dolorosa que se detiene el progreso. En Costa Rica, para generar electricidad debe pedírsele permiso al distribuidor, a quien se le van a reducir los ingresos (regulación diseñada con conflicto de intereses).
Secuenciar el genoma de todos los bebés al nacer para descubrir lo antes posible problemas de salud genéticos es indudablemente deseable y valioso, pero los dilemas éticos, como editar el código genético para corregir el problema, son tales que tendemos a la parálisis.
Recientemente, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt) publicó la Estrategia de Transformación Digital, donde se detallan muchas de las tecnologías digitales que deberá adoptar el Estado. Sin embargo, la transformación debe ser más profunda que eso.
Recientemente, pregunté en Tributación Directa a quién le debo escribir para obtener un estado de cuenta de una empresa por correo electrónico utilizando la firma digital. La primera respuesta es no su puede, el trámite es presencial, etc. Luego de varios correos que iban y venían, terminé enviando la solicitud firmada con firma digital junto con un personería jurídica obtenida en línea. Un par de horas después recibí el estado de cuenta.
La moraleja de esta anécdota, además de felicitar a la Tributación, es la necesidad de transformar la mentalidad de todos los participantes. La manera estándar de hacer los trámites debe ser, sin presencia física, y solo atender casos especiales en persona cuando así se requiera y se justifique copiosamente.
El tiempo que se pierde derrotando obstáculos para la adopción, dada la velocidad exponencial del desarrollo, nos pone cada vez más atrás. Yo no tengo la menor duda de que el desarrollo exponencial de las tecnologías va a crear brechas vertiginosas. Para estar en el lado correcto de las brechas, hay que identificar cuidadosamente los obstáculos a la adopción y desplegar medidas suficientes para derrotarlos, o por lo menos evadirlos.
Presas. Tiene razón el ministro Rodolfo Méndez Mata cuando dice que el peor problema que tenemos son las presas. La manera como el desastre vial erosiona la calidad de vida de todos es obvia y creciente. La única forma inmediata que existe para aliviar ese problema es el teletrabajo.
Llevamos años hablando del teletrabajo, hemos elaborado estudios e informes que demuestran los beneficios para el trabajador, para el patrono y para el medioambiente. Los gringos dirían it’s a no brainer.
Aquí los mayores usuarios del teletrabajo son las multinacionales, para las locales hemos hecho decretos, reglamentos, etc. y la adopción sigue muy baja. De hecho, lo que más motivó el teletrabajo fue “la platina”. Resuelta “la platina”, vamos de nuevo a las presas. ¿Una locura? Sí, probablemente, pero razones ha de haber. Ahora veo que se está tramitando una ley de teletrabajo, enhorabuena, pero me temo que no será suficiente. Lo que se necesita es que todos trabajemos de manera remota por lo menos dos días a la semana para reducir así el tránsito en la ciudad un 40 % (y la factura petrolera).
Cambio de mentalidad. Debe transformarse la mentalidad de patronos y trabajadores, por el bien de ambos. La videoconferencia debe ser una herramienta de uso diario y constante. Estamos hablando de tecnología vieja y barata, pero todavía tenemos retos en infraestructura, aunque recientemente vi una oferta de Kölbi para patronos y teletrabajadores. Un paso acertado en la dirección correcta, aunque me parece que los precios deberían ser más bajos y la oferta debería incluir asesoría técnica y psicológica.
Pero la Estrategia de Transformación Digital llama a integrar sistemas (aunque algunos no funcionan muy bien que digamos) y a adoptar tecnologías como inteligencia artificial (por ejemplo, en ciberseguridad), Internet de las cosas (en la ciudad y en el agro) y blockchain. Yo agregaría que se deben adoptar sumamente rápido porque es obvio el beneficio de acelerar el uso.
Es más, esas tecnologías ya deberían ser parte de nuestras vidas, ninguna de ellas es nueva o incipiente. Todas tienen obstáculos, desde la resistencia al cambio, hasta la falta de personal capacitado, incluso por aversión a la transparencia (corrupción), obstáculos culturales (“si hago teletrabajo me serruchan el piso, cuando no estoy”), miedo al desempleo tecnológico y un largo etcétera.
Para mí, es bastante obvio que la transformación digital es un proceso muy grande, muy complejo y muy urgente. No es opcional. Atrasos en la adaptación a tecnologías actuales nos dejan en una precaria situación para usar tecnologías futuras, lo cual nos rezaga más.
El autor es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.