Tendría unos cinco años cuando tuve mi primer encuentro cercano con la violencia. La señora que me cuidaba me llevó a la casa de una vecina que había sido víctima de un robo y me dejó sentado en la sala.
Instalado en tan estratégico lugar y con la orden de no moverme, escuché a la afectada sollozar mientras relataba los pormenores del saqueo, y pude constatar el gran desorden que dejaron los rateros.
Unos cuantos años después, también observé, con impotencia, la forma como un muchacho pecoso, vestido con pantalones de campana, se llevaba “prestada” la bicicleta que me arrebató en una acera. Nunca la devolvió.
Estos y otros tristes recuerdos revivieron en mi mente mientras leía la noticia sobre un comerciante de 77 años asesinado en Purral de Goicoechea por un antisocial que ingresó en su abastecedor.
La muerte apagó la sonrisa de un hombre a quien su hermana describe como un ser amable y de gran humor. ¿Cuántas buenas personas fallecen en un asalto, debido a ataques de celos o una bala perdida?
Lamentablemente, la violencia anda desatada. Los relatos sobre abusos, agresiones y asesinatos son cada vez más tenebrosos, y la crueldad con que se comenten, también.
Si ya estábamos preocupados por las históricas cifras de homicidios perpetrados por las bandas narco, son alarmantes también los números sobre violencia en el hogar, el barrio, la oficina o la escuela.
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Prueba de ello es la seguidilla de feminicidios en las últimas semanas. Ana Jenny Otárola, Marisol Rodríguez, Kimberly Araya y Nadia Peraza son parte de la larga lista.
Además, los frecuentes pleitos callejeros entre choferes y los líos entre vecinos, como el que terminó en la muerte de un hombre de 35 años en Escazú, muestran que la tolerancia está en el mínimo.
Y no olvidemos otras expresiones de violencia, como el bullying que sufren estudiantes, el acoso callejero, los abusos patrimoniales contra adultos mayores y las imparables estafas digitales.
Nos encontramos en un momento crítico, en una emergencia nacional, causada principalmente por un acelerado deterioro de los valores morales, éticos y espirituales.
¿Qué hacer? Esta batalla debe enfrentarse con urgencia desde múltiples frentes. No obstante, la primera trinchera debe ser el hogar, donde deberíamos recibir las lecciones más importantes para la vida.
rmatute@nacion.com
El autor es jefe de información de La Nación.
![Juliana Diermissen, Emilce Soto, Nadia Peraza, Kimberly Araya, Kristtel Fernández y su hija murieron asesinadas con extrema violencia.](https://www.nacion.com/resizer/qq6uRJ3muHAuFPl1vKv_JOTHKOI=/1440x0/filters:format(jpg):quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/PVA5VADL2JH4ZPGQPSYKJAWVBY.jpeg)
Juliana Diermissen, Emilce Soto, Nadia Peraza, Kimberly Araya, Kristtel Fernández y su hija son parte de las víctimas de la violencia intrafamiliar. (Fotos: Archivo LN)