“Es un enfoque integrado y unificador, cuyo objetivo es alcanzar un balance sostenido entre la salud de las personas, los animales y los ecosistemas”. Así define la Organización Mundial de la Salud (OMS) el enfoque o estrategia denominada Una Salud.
Las personas que vivimos en este tiempo estamos expuestas a la idea de que obtener un balance o equilibrio, en cualquier aspecto de la vida, contribuye al bienestar. Podrían entonces surgir las preguntas: ¿Cómo obtener este balance o equilibrio como un medio para obtener bienestar? O, en términos más costarricenses, ¿cómo aterrizar esa idea? Esta pregunta es válida también para el enfoque Una Salud.
Las enfermedades zoonóticas, es decir, las que se transmiten de animales vertebrados a las personas, pueden servir para ejemplificar cómo el enfoque Una Salud se pone en práctica. Las enfermedades zoonóticas han existido y existirán debido a la estrecha relación entre las personas y los animales, no solo desde el punto de vista productivo, sino también afectivo.
El incremento en el intercambio de animales y sus productos derivados, así como el aumento en el tráfico de personas, favorece la diseminación de las zoonosis. Otros factores que también contribuyen son los conflictos armados, económicos o de tenencia de tierras, la destrucción de hábitats y el cambio climático, que conducen a la movilización de personas y animales.
Este tema es de suma relevancia para nuestro país, ya que, al estar ubicado en una zona tropical, con una gran biodiversidad y con un crecimiento constante de la población, se incrementan las posibilidades de presencia de enfermedades zoonóticas, así como el surgimiento de una nueva enfermedad zoonótica no descrita previamente.
Paradójicamente, las zonas del planeta donde las probabilidades de surgimiento de una enfermedad zoonótica son menores son aquellas que generan y difunden mucho del conocimiento que se tiene sobre estas.
Esto origina desigualdad, no solo con respecto al acceso pronto a la información por parte de las personas más afectadas, sino también porque las soluciones ofrecidas fueron producidas en un contexto distinto a aquel donde serán mayormente aplicadas.
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Solidaridad y altruismo
La ayuda llega más tarde a las poblaciones del mundo que más la necesitan. La traducción, en términos prácticos para cada persona, sería retrasos en la ejecución de medidas eficaces de prevención, control y tratamiento de la enfermedad que padece. La pandemia causada por la enfermedad zoonótica covid-19 evidenció esta realidad.
El enfoque Una Salud hace un llamamiento a los valores de cooperación, solidaridad y altruismo humanos. Todas las personas están llamadas a colaborar para gestar ideas creativas y para que estas sean implementadas, lo que se traduce en medidas eficaces para el cuidado de la salud del planeta: aquellas que trabajan para el gobierno, las trabajadoras en los sectores involucrados con los animales y el ambiente, así como las dedicadas a la investigación a escala local, nacional, regional y global.
Lo anterior incluye la eliminación de barreras para compartir información y soluciones apropiadas para cada comunidad en su contexto. El trabajo con las comunidades es crítico. Es la comunidad la que posee el conocimiento sobre los riesgos e impactos, y orienta en la búsqueda de soluciones factibles para sus miembros.
Puede ser fuente también de promoción del intercambio de conocimiento, donde las comunidades se apoyan en la búsqueda de ese balance-equilibrio con los animales y el medioambiente que ocasiona bienestar.
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Esfuerzos conjuntos
Estas soluciones son modificadas con el tiempo, tomando en cuenta la realidad cambiante. Es decir, el enfoque Una Salud incluye la sostenibilidad de los esfuerzos conjuntos a pesar del paso del tiempo.
Los seres humanos somos resilientes, gracias en parte a que se nos ha dado la capacidad de aprender. La reciente pandemia está dejando muchas lecciones que aprender. Uno de esos aprendizajes es que nuestros hábitos y conductas tienen impacto en las personas, los animales y el ambiente que es difícil predecir.
En la medida en que cada persona viva reconociéndose a sí misma en la Madre Tierra y en sus criaturas, podremos cumplir el gran reto al que nos llaman los valores de la cooperación, la solidaridad y el altruismo. Hasta donde sabemos, el mundo material está constituido del mismo precioso polvo del cual están hechas las estrellas. Si el vasto universo no hace distinciones, los seres humanos también tenemos esa capacidad. En cada persona está cultivarla y promoverla.
La autora es MQC y Ph. D, trabaja en el Programa de Investigación en Enfermedades Tropicales de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional.