Un buen tema de partida, en el divulgado el miércoles, es el binomio desigualdad-pobreza, que resumió una amplia información de Ángela Ávalos en este periódico. El informe abarca otros, como ordenamiento territorial, ambiente, democracia y política económica. Pero todos ellos, en última instancia, se refieren al desarrollo humano. Y los índices sobre pobreza y desigualdad reflejan cómo andamos al respecto. Por desgracia, la respuesta es que estamos mal. Y recordemos que tras los números hay gente de carne y hueso.
Lo que dice el informe cada año sobre desigualdad “parece una repetidora”, pero “no cala”, declara la investigadora Natalia Morales. Tampoco caló, el año pasado, una robusta publicación del Banco Mundial, descriptiva y prescriptiva, titulada Oportunidades para reducir la pobreza y la desigualdad en Costa Rica.
La mayor parte de la literatura documenta que ambas son fracturas sociales casi gemelas, que su carácter es estructural y demanda un tratamiento que también lo sea. Por esto, su medición no debe reducirse a un solo índice (nivel ingreso en la primera o coeficiente de Gini, en la segunda). La “pobreza multidimensional”, por ejemplo, mide diversos factores de bienestar, y en Costa Rica tiende a ser menor que lo reflejado por ingreso (un 16,4% contra un 23%, respectivamente, en el 2021).
La desigualdad múltiple quizá sea aún más difícil de medir. Existe, y muy seria, según ingresos, pero puede agudizarse por género, etnia (indígenas o afrodescendientes), procedencia (migrantes), acceso a oportunidades, edad o lugar de residencia; lo mismo que la pobreza.
Lo anterior reitera la necesidad de abordajes profundos, sistémicos y sin prejuicios, y la puesta en marcha de políticas públicas consecuentes. Lo dicen el Estado de la Nación, el Banco Mundial y múltiples investigadores nacionales. Apaguemos la repetidora y oigámoslos.
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Costa Rica, un país partido en dos por la desigualdad