El Liceo Diurno de Guararí encara múltiples desventajas propias de su entorno, pero encontró la forma de sacar provecho al talento de sus estudiantes para construir una cultura de sana convivencia, con la resolución pacífica de conflictos como práctica cotidiana y materia de estudio.
Estudiantes Unidos por la Paz nació cuando nueve alumnos acudieron al llamado de la directora, Alexandra Bustos Böcker, para poner fin a los enfrentamientos, cada vez más comunes en centros educativos después de la pandemia. A la fecha, ya son 75 los alumnos de todos los grados de secundaria involucrados en el programa.
El colegio tiene 650 estudiantes, así que el equipo de promotores de la buena convivencia ronda el 12%. La idea está en desarrollo desde marzo, cuando se produjo el último enfrentamiento entre alumnos afuera del centro educativo. El incidente impulsó a la directora a hacer el llamado a reflexionar sobre el sufrimiento causado a las familias si se les arrebata el derecho a confiar en la seguridad de los centros educativos. La educadora se comprometió a luchar para poner fin a las peleas y pidió ayuda. Así, llegaron los primeros nueve voluntarios.
El porcentaje de estudiantes involucrados implica una alta probabilidad de tener un pacificador en las cercanías cuando el conflicto está por aflorar. A los jóvenes se les capacitó para evitar la violencia o pedir ayuda si no pueden solos. El entrenamiento incluye formas de contribuir al control de las emociones, prevenir el bullying y erradicar las expresiones violentas.
Los jóvenes conversan con los implicados para impedir enfrentamientos. También, vigilan durante almuerzos y recreos. Además, acuden a los educadores cuando lo consideran necesario. En los cuatro meses desde el inicio del esfuerzo, el colegio ha permanecido en paz. Es imposible descartar conflictos en el futuro, pero los logros alimentan el optimismo.
¿Qué habría pasado si el enfrentamiento de mediados de marzo en el Liceo de Alajuela se hubiera desarrollado en presencia de gestores de acuerdos como los de Guararí? Es imposible saberlo, pero la posibilidad de un desenlace pacífico habría sido mayor. La confrontación se produjo cuando un grupo de alumnos de primer año ocupó la media luna, una plazoleta con una banca grande tradicionalmente utilizada por estudiantes del último nivel. Sin duda, el conflicto pudo ser negociado. Esa es la lección de Guararí. Vale la pena difundirla y extender las prácticas contenidas en ella.