La renuncia de Rocío Aguilar al cargo de ministra de Hacienda deja un mal sabor de boca. No es lógico apartarse del gobierno por haber tomado una decisión, gracias a la cual salvó al país de consecuencias mucho más graves si no hubiera hecho nada. Muchos otros funcionarios que no hacen lo que les corresponde, y afectan negativamente al país, siguen campantes en sus puestos. La señal enviada es que es mejor quedarse quieto, no tomar decisiones.
Cuando doña Rocío se percató del “hueco fiscal”, pudo haber optado por no pagar a los acreedores y echarle la culpa al gobierno anterior por haber presentado mal el presupuesto. Con ello, habría salvado su puesto, pero condenado al país a una catástrofe. Tomó la mejor decisión para el país y, por eso, ahora sale castigada.
Ahora bien, la recomendación de la Contraloría no es vinculante. Al renunciar al cargo, doña Rocío evitó que el presidente tuviera que escoger entre acatar la recomendación, y mandar a quien estaba poniendo las finanzas públicas en orden para la casa por un mes, o apoyarla y dejarla en el cargo. Este último camino probablemente habría sido el más complicado políticamente, pues significaba que el presidente tendría que justificar muy bien por qué no castigar a quien incumplió la ley, pero, además, ella tiene muchos enemigos que la querían fuera de la administración.
Si hubiese habido voluntad para que la ministra permaneciera en el cargo, el presidente pudo haber apelado judicialmente la recomendación de la Contraloría, y alegar que la decisión se tomó en una situación de excepción, la cual obligaba a proteger al país de un mal mayor, en lugar de cumplir la ley a rajatabla.
Si bien la renuncia de la ministra libró al mandatario de una dura decisión, le dejó otra aún más difícil en el tapete: ¿A quién nombrar para sustituirla?
El camino avanzado hacia la solución del problema fiscal se debe, en mucho, al liderazgo de doña Rocío. Pero aún hay mucho trabajo por hacer con vistas a consolidar la ejecución del plan. De lo que falta, la mayor parte está relacionada con contener las presiones para que el gasto no vuelva a dispararse y, así, restablecer la confianza de los inversionistas internacionales en el país, algo muy necesario a las puertas de la colocación de los eurobonos.
Al permitir la renuncia de la ministra, el presidente escogió poner al país en una situación de mayor riesgo.
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El autor es economista.