FIRMAS PRESS.- Ya no hay dos géneros. Hay 20. Antes era muy fácil. Había hombres, mujeres y locos o locas que no encajaban en las dos grandes categorías. A mí, un liberal confeso, me parece un disparate asignarle un color ideológico a la disputa-de-la-identidad-de-género.
No es de derecha o de izquierda. No tiene sentido oponerse a que las personas elijan su sexo o su género, como me parece absurdo negarles el uso del urinario a unos seres humanos que desean perentoriamente evacuar su vejiga, solo porque se empeñan en ser mujeres.
¿Cuántos casos hay disponibles? Seguramente, son muy pocos. ¿No es mejor contarles a las niñas que algunas mujeres miccionan de pie? ¿O estamos dispuestos a creer la leyenda del violador que alegó ser una dama e hizo de las suyas en un baño de muchachas ingenuas y desprevenidas?
Expliquemos la extraña palabra LGBTQIA mientras abanicamos la atmósfera con una alegre bandera de colorines.
Lesbiana, gay, bisexual, transgénero, queer (lo siento, no tiene traducción), intersex y asexual. De los tres primeros, no hay la menor duda. Todos conocemos personalmente o por referencias a lesbianas, gais y bisexuales.
Comencemos por los transgéneros. Son tan numerosos que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) les ha dado la razón. Uno tiene el derecho de reescribir el carné de identidad.
En todo caso, la aprobación del alto organismo no les ha servido de mucho. Los acosan, golpean y hasta matan sin compasión. Depende de la cultura en la que viven. Suelen decir que “que están atrapados en un cuerpo que no les corresponde”.
No están conformes con el sexo que les asignaron al nacer. Unos recurren a la cirugía, a las hormonas o a ambas. Son “mujeres trans” u “hombres trans”. Otros, solo se visten del sexo opuesto, pero ese detalle no le da derecho a nadie a prejuzgar la orientación sexual del susodicho. Pueden ser ardientes amantes disfrazados para despistar o, simplemente, porque les gusta la ropa.
Cuando yo era joven, la palabra queer se utilizaba para ofender a cualquier gay o lesbiana. Ya, afortunadamente, no es así. Los queers y las queers hoy se identifican orgullosamente con ese vocablo, que viene a decir que provisionalmente asumen los roles de hombre o mujer.
Los intersex son las personas que tienen características biológicas del otro sexo. Con frecuencia, eso proviene de la dotación de cromosomas, pero no solo de eso. ¿Qué es el hirsutismo de las mujeres? ¿Qué es el pene diminuto en algunos hombres? (Heberto Padilla, siempre tan ocurrente, describía con una sonrisa malvada el pene de Lezama Lima diciendo que era “una leve insinuación de la piel”).
Los seres humanos poseemos en todas las células 23 pares de cromosomas XX (mujeres) o XY (hombres); sin embargo, a veces, ese mundillo no es tan diáfano y se discute si la señora es, en realidad, un señor, ignorando el resto de los elementos que constituyen el género.
Nos quedan, por ahora, los asexuales. Hace mil años conocí en Puerto Rico a un profesor asexual. No era gay. Sencillamente, no le interesaba el sexo. Pueden ser de cualquier género. Dependen del entusiasmo que generen en ellos, o en ellas, las personas dotadas de testículos o vaginas, de músculos o de pechos.
Generalmente, son indiferentes a ese tipo de atracción. No obstante, existen los asexuales y las asexuales que se sienten atraídos solo por la inteligencia del sujeto en cuestión. Se trata de demisexualidad.
Solo lo he visto de cerca una vez en la vida: la atracción que despertaba Pau Casals en Marta, su mujer, medio siglo más joven que el genial violonchelista. Estaba genuinamente enamorada.
El otro caso que conozco, pero de lejos, es el del físico teórico británico Stephen Hawking, atado a una silla de ruedas por culpa de una enfermedad degenerativa del sistema nervioso que le fue negando los movimientos hasta convertirlo en una máquina de pensar que se comunicaba por medio de un lápiz que sostenía entre los labios. Su mujer lo adoraba. O adoraba su inteligencia. Era una asexual de la variante demi.
@CarlosAMontaner
Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor. Su último libro es “Sin ir más lejos (Memorias)”.