Inicio estas reflexiones con un pensamiento de Winston Churchill: “Las citas, cuando quedan esculpidas en nuestra memoria, nos sugieren pensamientos originales; además, despiertan en nosotros el deseo de leer a los autores de los cuales han sido tomadas”. ¡Qué más aval que estas palabras para compartir el tema con los lectores!
Luego de dar vueltas y más vueltas sobre la pertinencia de hacer un recorrido por el pensamiento de “grandes” de la cultura y de su relación con el binomio libro-lectura, me incliné por retomar, en modalidad de citas, la reflexión de quienes, asertivamente, se han referido a este tema contemplado por pensadores, intelectuales, críticos y demás.
Acepté el reto a sabiendas de la búsqueda que ello implica, y porque creo que estas reflexiones pueden ser motivo de pensamientos constructivos, especialmente en estos momentos en que nuestro sistema educativo está tan desvalido.
Es imposible cubrir la inmensa cantidad de información sobre la relación libro-lectura ya apuntada, por lo que me abocaré a señalar algunos de los ejemplos más significativos. Estoy hablando de verdaderas joyas.
Comienzo con el emblemático Jorge Luis Borges: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El telescopio es una extensión de su vista, el teléfono es una extensión de la voz; el arado y la espada, extensiones del brazo. El libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”.
De Descartes son estas reflexiones: “Leer buenos libros es como conversar con las mejores mentes del pasado”. André Malraux, reconocido intelectual francés, lo resume de la siguiente manera: “La lectura de un buen libro es un diálogo incesante, en el que el libro habla y el alma contesta”.
Oigamos a Saramago: “Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio, que es bueno para mi salud. Pero nunca he oído a nadie decirle a un deportista: tienes que leer”. Moisés Vincenzi, reconocido intelectual costarricense: “No hay nada más elevado que la cultura, ni nada más caro al hombre superior que el libro. Por lo tanto, leer es el oficio más digno y más bello”.
De nuevo Jorge Luis Borges: “Yo no bebo, no fumo, no escucho la radio, no me drogo, como poco. Yo diría que mis únicos vicios son el Quijote y La divina comedia”, y aludiendo al poder transformador de la lectura, apunta: “Uno no es por lo que escribe sino por lo que ha leído”.
De Roberto Bolaño, escritor chileno, son estas palabras: “Mi patria es mi hijo y mi biblioteca”. No podía faltar un párrafo de Miguel de Cervantes: “En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”. John Fitzgerald Kennedy comentó: “Amar la lectura es trocar una hora de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía”. Se dice que Alejandro Magno recorrió las rutas de África y Asia sin separarse de su ejemplar de la Ilíada. Y para dar un espacio a la ironía: “Emborráchate de literatura y tu resaca será la cultura”.
Todo lo anterior nos lleva, ineludiblemente, a las bibliotecas, materia inabarcable también, como el espacio donde ellos, los libros, viven, respiran y comunican.
Hay un ejemplo admirable por su relación con las bibliotecas. Existe en el centro de China una ciudad llamada Xi’an, que alberga una biblioteca —también museo— conocida como Bosque de las Estelas de Piedra, o Santuario de la Caligrafía. Yo decidí bautizarla Biblioteca de Peso Pesado, pues se trata de estelas de piedra grabadas y colocadas verticalmente, cuyo tamaño es de aproximadamente un metro de ancho y dos de alto, protegidas por vidrios y distribuidas en salones, según temáticas. Consta de alrededor de 228 “páginas” que suman aproximadamente 650.000 caracteres.
Su trabajo se centra en su recolección, investigación y exhibición de culturas ancestrales y escritas en los cuatro tipos de caligrafía china: regular, cursiva, oficial y de sellos, según sea la importancia del texto y el rango de quien escriba.
El recorrido empieza en una espléndida e inmensa pieza, cuya preservación fue el móvil de la construcción del museo. Colocada al frente de la entrada —lugar privilegiado— contiene el Código de la Piedad Filial, grabado en caligrafía oficial por la propia mano del emperador Xuanzong en el año 754 a. C.
Son textos que arropan el saber de los intelectuales más destacados de esa época, así como los clásicos de la literatura y de la doctrina, epitafios, poemas, consejos e inclusive información sobre las relaciones de China con otros países.
Con el correr de los años, el bosque y biblioteca de piedra se fue “sembrando” con otros libros-piedras llegados de otras geografías hasta convertirse en lo que es hoy. Todo el trabajo, contenidos y diseño es producto de la sabiduría, disciplina, calidad estética y paciencia de los gurúes de la historia y de la caligrafía china.
Es magnífica la experiencia de caminar por la Biblioteca Peso Pesado llena de inmensas piedras-libros, inmóviles, inmutables, serenas, custodiadas y orgullosas, convertidas en sólidos archivos del pensamiento chino.
El esplendor pétreo de los textos nos confronta con la maravilla de la memoria, guardada en piedras de sólida resistencia, dureza y peso específico. Las estelas emulan la densidad, inmortalidad y vigor de la memoria de la cultura china. Es el “peso” histórico y cultural de la sabiduría china conservada ad perpetuam.
Volviendo a los libros, ¿por qué no cerrar mencionando de nuevo a Jorge Luis Borges? Dice el escritor: “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de pensar un mundo sin libros”.
La autora es filóloga.