La posible eliminación del “Protocolo de atención del bullying contra la población LGBT inserta en los centros educativos”, del Ministerio de Educación Pública (MEP), es preocupante. Aunque en ese documento estatal debió evitarse el uso del anglicismo bullying y, en atención a la riqueza de la lengua española, se pudo haber recurrido al término acoso escolar, es posible afirmar de manera contundente que los actos de discriminación y violencia contra la población de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales y transgénero (LGBT) son ciertos, y muchos de ellos se encuentran debidamente documentados.
Tal como se indica, en ese protocolo, las situaciones de acoso representan una violación al derecho a la educación y, por lo tanto, se menoscaban los logros académicos de las personas afectadas.
Esta discusión surge en nuestro país al mismo tiempo que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anuncia como una de las primeras medidas de su mandato el reconocimiento de solo dos sexos: hombre o mujer, respondiendo a la marca biológica de cada persona e ignorando sus necesidades, sentires o autopercepciones.
Vuelve así a repensarse la frase que Carol Hanish, desde una perspectiva feminista, popularizó a inicios de la década de 1970: “Lo personal es político”. Y es notorio que los retrocesos, en términos de conquista de los derechos humanos, se gestan tanto en el ámbito internacional como en el costarricense.
Semejante atropello contra la dignidad debe ser abordado desde una visión interdisciplinaria o, en el mejor de los casos, transdisciplinaria. Deben considerarse las voces autorizadas de profesionales de pedagogía, psicología, derecho, sociología o las iglesias y, por supuesto, representantes de las familias. Entre esa amplia gama de voces, resulta válido mencionar las propuestas de la literatura dirigida a la niñez.
La literatura es arte, y tiene como prioridad crear una visión ficcional, estética, lúdica y no guarda como propósito prioritario hacer textos aleccionadores ni educativos. Sin embargo, no se descarta que conlleve a la reflexión ni a la toma de posturas ante situaciones trascendentales para la sociedad.
Y por ello, en muchos libros catalogados como “infantiles” se han puesto de manifiesto las consecuencias de la intolerancia ante personajes que rompen el esquema de ser “hombres” o “mujeres”, regidos por esquemas aceptados por los grupos de poder.
Sin pretender hacer una lista completa de títulos, es conveniente mencionar algunas obras, entre las que se halla El cuento de Ferdinando, publicado por el estadounidense Munro Leaf en 1936. Presenta a un toro nacido en campos españoles, que se resiste a actuar como un animal de lidia en el redondel, y en su lugar, disfruta de oler las flores. Esta obra, que ha dado pie a varias versiones cinematográficas, recibió la prohibición de Adolfo Hitler en Alemania, y fue reconocida como el cuento infantil más querido de Gandhi.
El texto Julia, la niña que tenía sombra de niño, de Cristiano Bruel y Ana Bozellec, publicada por primera vez en Francia en 1976, plantea la situación de una chica que se resiste a seguir los estereotipos que la condicionaban como una mujer de su tiempo, tales como andar constantemente limpia y bien peinada, o no jugar fútbol. Y descubre que su sombra es la de un chico.
El escritor e ilustrador norteamericano Tommie DePaola publicó, en 1979, Oliver Button es una nena. Es un cuento sobre un niño que no juega con la pelota, pero ama el baile, razón por la que recibe el rechazo de sus compañeros. Un maestro le hace ver que puede destacar en lo que lo apasiona, y termina considerando que “Oliver Button es una estrella”.
En 2018, la escritora e ilustradora Jessica Love publicó el álbum ilustrado Julian is a Mermaid, traducido a nuestra lengua como Sirena, en el que representa a un niño latino, en alguna ciudad de Norteamérica, que sueña con transformarse en uno de esos seres míticos que viven bajo el agua. Su abuela, en lugar de reprenderlo, le obsequia un collar y lo lleva a un desfile para que viva la experiencia de sentirse sirena.
Estas son solo algunas obras que hacen notoria la idea de que el tema del rechazo a las personas LGBT es latente y que un protocolo específico para atender sus necesidades es necesario. Son libros que deberían leer los jerarcas que toman las decisiones educativas como un acto de responsabilidad, cristianismo y humanismo.