NUEVA YORK – En las últimas décadas, la comunidad internacional se ha propuesto la tarea de alcanzar un amplio rango de objetivos sociales y ambientales, muchos de los cuales están consagrados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS) para el 2030.
Hemos defendido muchos de estos objetivos, así como esfuerzos similares que precedieron a los ODS, porque creemos que estos proyectos colectivos son necesarios para crear el tipo de mundo que queremos para nuestros hijos y nietos. Pero también llegamos a la conclusión de que son demasiados los esfuerzos para cumplir con los compromisos globales que carecen de los mecanismos significativos de reporte necesarios para ser exitosos. Si hablamos en serio respecto de traducir los pronunciamientos ampulosos en un progreso real para la gente y el planeta, esto tendrá que cambiar.
Consideremos la salud pública, una cuestión que afecta a todos. La agenda global en esta área determina las normas y los estándares que forjan la manera en que los actores públicos y privados promueven la salud, previenen las enfermedades y administran la atención médica. Esta agenda incluye iniciativas de investigación y bienes públicos globales como las vacunas y los programas de emergencia en caso de brotes epidémicos. Y reúne a la gente para trabajar en conjunto en pos de ofrecer una cobertura de salud universal y garantizar el derecho de todos a la salud.
En el marco de los ODS, las cuestiones separadas de género y salud están entrelazadas, porque el género en sí es un impulsor importante de resultados en materia de salud. El género puede influir en si uno fuma tabaco, hace ejercicio regularmente o tiene acceso a una alimentación nutritiva. Y dado que más del 75 % de la fuerza laboral en el área de la salud a nivel mundial es femenina, también suele determinar quién se ocupará de nosotros cuando estemos enfermos.
Durante décadas, la comunidad de salud global ha hecho caso omiso del papel crítico de las relaciones desiguales de poder, particularmente en relación al género, al determinar los resultados de salud. En este momento, uno pensaría que existe un alto grado de igualdad de género en el sector de la salud. Pero un informe reciente realizado por el grupo de defensa de la igualdad de género Global Health 50/50 demuestra lo contrario.
En verdad, el informe, que revisó el trabajo de 140 organizaciones en el sector global de la salud, es una lectura perturbadora. Muchas de estas organizaciones, vergonzosamente, no abordan las disparidades de género. La mitad de las estrategias de las organizaciones no incluyen un compromiso específico con la igualdad de género; y si bien un tercio sí se centra en la salud de las mujeres y de las niñas, no hacen ninguna mención de los riesgos relacionados con el género.
La situación es aún peor para los hombres y los niños que, sin importar el país, probablemente vivan vidas más cortas y menos saludables que sus pares femeninas. Según el informe Global Health 50/50, solo un tercio de las organizaciones adoptan una estrategia de género en cuanto a las necesidades de salud de toda la población, y ninguna organización apunta a los hombres y los niños específicamente.
Es más, solo el 43 % de las organizaciones encuestadas han implementado medidas específicas para respaldar las carreras de las mujeres en la salud pública, a pesar de una composición enormemente femenina de la fuerza laboral en el ámbito de la salud. No debería sorprender que la mayoría de estas organizaciones estén dirigidas por hombres. En toda la muestra, el 80 % de los presidentes de directorio y el 69 % de los jefes ejecutivos son varones.
Para nosotras, uno de los resultados más desalentadores del informe es que las dos terceras partes de las organizaciones no desglosan los datos por sexo. Sin datos, transparencia y una responsabilidad adecuada sobre las disparidades de género, no puede haber ningún progreso en materia de igualdad de género.
De todos modos, los resultados del informe no son todos negativos. La Agencia Sueca Internacional de Cooperación para el Desarrollo, la organización BRAC con sede en Bangladés, Save the Children International y el Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria están entre una decena de organizaciones que hacen un buen trabajo en general. Lo que tienen en común son líderes comprometidos que han adoptado medidas proactivas para garantizar el progreso.
Todas las organizaciones exitosas han adoptado políticas y hojas de ruta claras para impulsar el cambio organizacional. Han establecido sistemas de rendición de cuentas, que incluyen medidas para garantizar que se incluya la competencia de género en las descripciones de los empleos y en las evaluaciones de desempeño del personal. Y han creado entornos laborales flexibles, que incluyen las licencias parentales y otras políticas orientadas a la familia.
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De cara al futuro, esperamos ver que todas las organizaciones globales de salud adopten medidas concretas para abordar las deficiencias identificadas en el informe Global Health 50/50. En su defecto, recomendaríamos que el informe del año próximo también clasifique a las organizaciones en cuestión, para dejar en claro cuáles son las que siguen rezagadas.
Las mujeres alguna vez tuvimos que luchar por el derecho al voto, y ahora estamos peleando por una licencia parental paga e igual salario. Pero debemos avanzar aún más, defendiendo también la transparencia y la igualdad de género en la esfera de la salud pública global.
Helen Clark, exprimera ministra de Nueva Zelanda, fue administradora del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas.
Sania Nishtar, que copreside la Comisión Independiente de Alto Nivel de la Organización Mundial de la Salud sobre Enfermedades No Transmisibles, fue ministra federal de Pakistán y fundadora y presidente de Heartfile. © Project Syndicate 1995–2018