Si los constructores de la Gran Muralla china, las pirámides de Egipto o la ciudad de Machu Picchu nos visitaran en una máquina del tiempo para observar la ampliación de la ruta 32, se devolverían muy decepcionados o soltarían una enorme carcajada.
Aunque no es asunto de risa, sino de una enorme preocupación, seis años y dos meses después del comienzo de las obras, y de varias prórrogas concedidas en su tortuoso camino, el proyecto para construir cuatro carriles en 107 kilómetros, entre Río Frío y Limón, se ha convertido en un pesado grillete para el país.
Las labores caminan a paso de caracol cansado en momentos en que la administración Chaves, que había prometido agilizar los trabajos, busca con urgencia una prórroga del crédito concedido por el Eximbank de China para terminar el proyecto.
Un reciente informe del Consejo Nacional de Vialidad (Conavi) reveló que el 2023 fue el año de más lento avance, apenas un 8 % durante ese período.
Si los constructores de las maravillas del mundo antiguo revisaran estas cifras de ejecución, pensarían que sus colegas contemporáneos enfrentan dificultades por haber provocado la ira de alguno de sus dioses, como ellos creían en el pasado.
Yo les explicaría que se debe a la combinación de varias circunstancias, pues no cabe duda de que las pifias administrativas han ocasionado una colosal demora; sin embargo, los reiterados incumplimientos de la constructora también tienen una significativa cuota de responsabilidad.
Falta por completar el 15,9 % del proyecto. Parece poco, pero hay 200 expropiaciones pendientes y está por verse si es posible prorrogar el plazo del préstamo, aparte de que se deben hacer cambios de última hora en los diseños y el nuevo plazo de entrega vence en diciembre.
Los más perjudicados a raíz de esta tragicomedia de nunca acabar son quienes deben pasar por esa carretera, ciudadanos que llevan años de soportar incomodidades, retrasos, promesas incumplidas y peligros.
El 30 de diciembre, una mujer falleció al intentar cruzar un tramo en la ampliación de la ruta 32. La tragedia ocurrió en Matina de Limón, a escasos metros de un puente peatonal que no se puede utilizar porque todavía no está terminado. Un motivo más para llorar.
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El autor es jefe de información de La Nación.